Salimos del Lago Salado camino de TOZEUR, el mayor oasis del mundo. LLama la atención poderosamente sus construcciones en rojo claro, naranja, marrón en ladrillos formando dibujos y bellos arabescos, muy típico de la cuidad y presente en casi todos los edificios fueran oficiales ó no.
Seguía haciendo un frío espantoso y tomamos un café en un bar y de paso entramos en los imposibles aseos. El precio por entrar era de un euro y mi hermana le dio a la chica una moneda de dos. Cuando fui a entrar yo, me quería cobrar otro euro, no entendía lo de las monedas ó no quiso entenderlo. Esta anécdota nos hizo mucha gracia y sin ánimo peyorativo dijimos: ¡NO SABE NADA LA MORITA, MÁS LISTA QUE EL HAMBRE!. El próximo destino fue adentrarnos en el palmeral.