De mi amigo que quiere
Pasar por anónimo:

¿Qué importa lo que sudé?
¿Qué vale lo que sufrí,
si en este momento oí...
lo mismo que ha oído usted?...
¡Vastilla! ¡Allí sin sosiego
terribles luchas sostuve!
¡Un año en castilla estuve
comiendo pisto y garbanzos!
Pasé a las yerbas revista
para buscar sin reposo
el remedio portentoso
que ha de curarle la vista.
¡El espíritu se ensancha
y se agita el corazón
ante la vegetación
esplendente de la Mancha!
Allí aromático brota
junto al roble el azafrán;
allí las encinas dan
bellotas, ¡mucha bellotas!;
allí observar he podido
en sus campos, nunca yermos,
los orondos paquidermos
que dan tan buen embutido.
Mil fieras, ¡qué atrocidad!,
hallé al buscar mi tesoro,
y un día, por poco un toro
me parte por la mitad.
Allí hay yerbas prodigiosas
que no hay en toda la tierra,
y entre sus fibras se encierra
una esencia... y otras cosas.
Esas yerbas, que en gran parte
yo he recogido el primero,
las machaqué en un mortero,
las destilé según arte,
y de éste en lo más profundo,
anti-oftálmico-científico,
se encierra el gran específico
que será asombro del mundo.
En cuanto aspire su esencia
tendrá vista la que yo amo,
¡y esto será un gran reclamo
para La Correspondencia!
¡Huya ante mí la desgracia!
¡Yo a la humanidad consuelo!
¡Si el sol siempre está en el cielo,
yo estoy siempre en mi farmacia.