Bueno, si tú lo dices, así será. No obstante, usemos un poco la cortesía y no nos hagamos demasiado pesados.
No soy un creyente dogmático y sectario, sino coherente con la realidad que nos envuelve. Veo este mundo en el que estoy inmerso y procuro ser observador y no participante. Llevas razón: todo tiene su causa y sus consecuencias. Por ella, todos hacemos lo que hacemos, empujados por el nivel, más o menos engrosado, de nuestra particular conciencia.
Si quisieras calificar de injuriosa la creencia en la existencia de lo inexistente, tendrías que demostrar que no existe lo que existe. Y no puedes, por mucho que patalees. Ojalá hicieras tuya la necesidad de algunos. Consideras a los demás esclavos sin percibir los grilletes que llevas por culpa de tu presunción. Un poco de humildad no te vendría mal, socio.
El infierno real es mucho más tenebroso que el pintado por los clérigos, compañero. Es como un socavón lóbrego y tenebroso donde los espíritus impiadosos sufren desesperados la inacabable duración de un tormento atroz que les empuja a recuperar estadios perdidos por su soberbia, egoísmo e incapacidad de amar a Dios.
No soy un creyente dogmático y sectario, sino coherente con la realidad que nos envuelve. Veo este mundo en el que estoy inmerso y procuro ser observador y no participante. Llevas razón: todo tiene su causa y sus consecuencias. Por ella, todos hacemos lo que hacemos, empujados por el nivel, más o menos engrosado, de nuestra particular conciencia.
Si quisieras calificar de injuriosa la creencia en la existencia de lo inexistente, tendrías que demostrar que no existe lo que existe. Y no puedes, por mucho que patalees. Ojalá hicieras tuya la necesidad de algunos. Consideras a los demás esclavos sin percibir los grilletes que llevas por culpa de tu presunción. Un poco de humildad no te vendría mal, socio.
El infierno real es mucho más tenebroso que el pintado por los clérigos, compañero. Es como un socavón lóbrego y tenebroso donde los espíritus impiadosos sufren desesperados la inacabable duración de un tormento atroz que les empuja a recuperar estadios perdidos por su soberbia, egoísmo e incapacidad de amar a Dios.