LAS MIELES ENGAÑOSAS...

LAS MIELES ENGAÑOSAS
Habíamos pasado 24 horas metidos en un tren donde no cabía una alfiler, la maleta sirvió de asiento, el cual nos ibamos turnando. Al entrar en la estación, (estación de Francia) un largo pitido hizo ponerse en movimiento a todos los pasajeros, un larguísimo andén donde puede que hubiera tanta gente como las que veníamos en el tren, se arrojaban los bultos por la ventana, paquetes y hasta las mismas maletas; nosotros decidimos esperar a que todo aquello se calmara, alguien nos ayudó a bajar las pocas perteenencias que llevábamos, a los pocos minutos nos reencontramos con mi padre, que un tanto desesperado había paseado varias veces el andén de punta apunta. Una vez en la calle, el agobio parecía aumentar, un sin fin de gente se acercaba para ofrecerte un hostal, otros para recomendarte un restaurante, otros su servicio de taxi, recuerdo a niños tan pequeños como yo, con una bolsa llena de papeles repartiendo a todo el mundo, yo, miraba alucinado a izquierda y derecha, para mí era un mundo nuevo, calles asfaltadas, letreos luminosos, cohes y mas cohes, tranvías y trolebuses, casas que llegaban al cielo. Se fuerte, me dijo mi padre, llegaremos enseguida. Psamos por delante del mercado central, si la estación era un caos, esto que ante mis ojos aparecía era dos caos, el mercado del borne, grande donde los haya, con una estructura de madera, con un pésimo olor a pescado, a fruta madura y a carne en mal estado. en diez minutos entramos en un gran parque, era el parque de la Ciudadela, allí junto a su lago, comimos algo que llevaba mi padre, y yo, me quedé dormido bajo la sombra de la dama de las Camelias.