El paje dejó el palacio Real, donde reinaba la estupidez...

El paje dejó el palacio Real, donde reinaba la estupidez y la ambición. Se dedicó con empeño en la empresa en que había embarcado junto con el científico y llegó el día en que tuvieron un desfile de sus ropas y atuendos en el Palacio Real.
La gente estaba impresionada y todo el mundo quería trajes tan espectaculares como los que se exhibían. Al paje, vestido con dignidad y elegancia no le reconocieron pues además en él, el influjo de la ropa le repercutió en su personalidad, en su estado de ánimo, y se daba unos aires de gran señorío. Nadie podía pensar que era la misma persona que estavo al cuidado del emperador y a sus desplantes diarios.

Los vestidos tenían dos versiones, unos para gente adinerada, con los que hacían verdadero negocio; y otros, para la gente común que empezó a coger mucha fama por lo bien que iban vestidos. Tanto que venían de otras ciudades a comprar sus ropajes.
Con el tiempo también fueron llamados a otras ciudades a instalar fábricas de características similares pero sin perder sus patentes.

La corte también decidió cambiar las alfombras y los tapices con esos mismos tejidos tan sorprendentes ya que el negocio los había enriquecido a todos.
Cuando ya tuvieron listos los trajes que habían encargado el emperador tuvo a gala invitar a su corte a una gran cena con muchos invitados.
Al llegar allí...