NUESTRO MULO ROMO
El mulo que había en casa
también “moro” se llamaba,
y cuando nos oía llegar
siempre, siempre, saludaba.
Soltaba un flojo relincho
y golpeaba con las patas,
entrabamos en la cuadra
y los ojos le brillaban.
A mi padre lo empujaba
como queriendo decir,
¡que ya descansé bastante
y lo que quiero es salir!
A por la carga de leña,
marchaban a la montaña
poniéndose muy derecho
como si no le pesara.
Traían haces de jaras
y las cepas de los brezos,
en casa nunca faltaban
para pasar el
invierno.
Y los troncos de oliveras
“de los olivos más viejos”,
ó pinos que con el aire
se arrancaban en invierno.
Recuerdo cuando mi padre
a mi hermano le decía,
¡hay que apretar bien la cincha
que hoy la carga se movía!
Después, con una manzana
siempre solía premiarlo,
y cuando no se la daba
se le quedaba mirando.
Era un
animal tan dócil
que yo no puedo olvidarlo.
Pa. Sa. Ma.