Sobre mi ventana...

Sobre mi ventana

Caía sobre mi ventana
una lágrima de cielo
de ese manto azúl eterno
que guarda todos mis recuerdos.

El aire acariciaba con sus brazos eternos
las suaves hojas del trite lamento.

Mis parpados se cerraron
breves segundos
y pensé, si,
pensé en el largo soñar de los muertos.

Apareció en mi mente
su pequeña ciudad
cubierta de un inmenso manto
vacía de esperanza,
llena de tormento.
Un suspiro se olló
a lo lejos... sediento,
Sí, sediento de amor eterno.

mi cuerpo se extremeció
y se llenó de un extraño sentimiento
y miedo fugaz.
al ver sus cuerpos,
la mente me abrió las puertas
que llevan a un mundo
de dicha y embrujamiento.

La arena cubría sus cuerpos
y con ellos su debil recuerdo,
algún amigo dejó caer una lágrima
de arrepentimiento

Y contemplando esa soledad
y aquel silencio,
comprendí el vacio
que deja el alma de un muerto.

D. L. Roca
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
ES LA HORA.

Es hora de mencionar la mano adelantada
y señalar quien la humilla en su osadía.
Es hora de combatir la palabra envenenada...
en tanto vuelo en aves de rapiña.

Es hora de combatir con tesón palabras vanas
en charlatanes, para que nazcan, nuevos días
para que por fin se callen amargas campanas
de sus voces sangrantes de melancolía.

Es hora de estatuas, para manos creadoras,
hechas vale de promesa a flor de tierra.
Es la hora d la mano, que siembra, generosa
para que por fin, nuevos días amanezcan.

-Tal vez con el amanecer de un! hola!
muchas manos no sabrían de alambradas.
Ni de muros o murallas. Ni candados. Ni cadenas...
si no hubiera manos perezosas y manchadas.

! Ah las manos navegantes de tristeza
en los tajos, tantas veces desgranados!
! Ah aquellos que dibujan praderas cenicientas
y desangran de dolor, los verdes prados!

Esas manos. Esas manos Esas manos de pan duro
todas sur hacia norte y pan escaso.
Ese aullido ese aullido bajo cielos ateridos...
impasibles, interminables y helados

Esas manos, soñando de ser libres,
y que en tan larga espera se desangran.
Esa mano que alimenta a los caciques,
que devoran en aprendidas dentelladas.

Es la hora de la mano amanecida:
la que siembra y jamás se resquebraja.
Es la hora que a las manos oprimidas
se les brinde... una u mil estatuas.
J. M. (libertad) ... (ver texto completo)