QUE TENDRÁ ESA TIERRA MADRE
Que tendrá esa tierra madre
que yo olvidarla no puedo,
y que tan feliz me siento
siempre que regreso al pueblo.
Cuando llego a la montaña
desde la cual se divisa,
el tramo se me hace largo
pues quiero llegar deprisa.
Y ya entrando por la plaza,
desde allí veo la puerta,
de nuestra casita madre,
¡La casa de la calleja!
Y saludo a las vecinas
que se alegran al mirarme,
lo primero que me dicen
¡Extrañamos a tu madre!
La echamos mucho de menos
era una buena vecina,
nos sentábamos con ella
aquí mismo en esta esquina.
Ella sacaba su silla
y a la puerta se sentaba,
siempre con una sonrisa
saludando a quien pasaba.
Siempre tenía una frase
para alegrarnos el día,
diciendo algunos refranes
de tantos como sabía.
Así hablamos un ratito
y ya me subo “pa” arriba,
y cuando entro por la sala
miro la mesa camilla.
Y me vuelven los recuerdos
de aquellas tardes de lluvia,
que al no poder ir al campo
eran tardes de lectura.
Cuando junto aquella mesa
padre y usted se sentaban,
él, leyendo aquellos libros
que a usted tanto le gustaban.
De reyes y caballeros,
o de hermanos huerfanitos,
de amores y desafíos,
o los esclavos negritos,
Aquella de “Sangre negra”
la sabía de memoria,
y terminaba llorando
con esas tristes historias.
Y también veo el botijo
en un rincón de la sala,
y recuerdo cuantas veces
en la fuente lo llenaba.
Al recordar esos días
yo me siento tan dichosa,
que jamás podría madre
olvidarme de esas cosas.
Me gusta volver a casa
porque allí los tengo cerca,
porque puedo visitarlos
y llevarles flores frescas.
Y ya me vengo tranquila
deseando volver pronto,
a esa mi tierra querida,
a esa tierra que yo adoro.
Pa. Sa. Ma.
Que tendrá esa tierra madre
que yo olvidarla no puedo,
y que tan feliz me siento
siempre que regreso al pueblo.
Cuando llego a la montaña
desde la cual se divisa,
el tramo se me hace largo
pues quiero llegar deprisa.
Y ya entrando por la plaza,
desde allí veo la puerta,
de nuestra casita madre,
¡La casa de la calleja!
Y saludo a las vecinas
que se alegran al mirarme,
lo primero que me dicen
¡Extrañamos a tu madre!
La echamos mucho de menos
era una buena vecina,
nos sentábamos con ella
aquí mismo en esta esquina.
Ella sacaba su silla
y a la puerta se sentaba,
siempre con una sonrisa
saludando a quien pasaba.
Siempre tenía una frase
para alegrarnos el día,
diciendo algunos refranes
de tantos como sabía.
Así hablamos un ratito
y ya me subo “pa” arriba,
y cuando entro por la sala
miro la mesa camilla.
Y me vuelven los recuerdos
de aquellas tardes de lluvia,
que al no poder ir al campo
eran tardes de lectura.
Cuando junto aquella mesa
padre y usted se sentaban,
él, leyendo aquellos libros
que a usted tanto le gustaban.
De reyes y caballeros,
o de hermanos huerfanitos,
de amores y desafíos,
o los esclavos negritos,
Aquella de “Sangre negra”
la sabía de memoria,
y terminaba llorando
con esas tristes historias.
Y también veo el botijo
en un rincón de la sala,
y recuerdo cuantas veces
en la fuente lo llenaba.
Al recordar esos días
yo me siento tan dichosa,
que jamás podría madre
olvidarme de esas cosas.
Me gusta volver a casa
porque allí los tengo cerca,
porque puedo visitarlos
y llevarles flores frescas.
Y ya me vengo tranquila
deseando volver pronto,
a esa mi tierra querida,
a esa tierra que yo adoro.
Pa. Sa. Ma.