ARENAL DE DONIÑOS EN LAS RÍAS ALTAS GALLEGAS, Literatura

ARENAL DE DONIÑOS EN LAS RÍAS ALTAS GALLEGAS
Después de tomar el primer contacto con el mar en la playa de Doniños- de la que conocía perfectamente su significado porque me lo explicaron; y sabía que se llamaba así por dos niños que murieron ahogados.
Es una zona que entraña gran peligro y mueren muchos bañistas que no atienden a las condiciones del mar. Si hay bandera roja no es posible el baño. Solo el paseo. Y lo sabía pero no atendí al verdadero significado de su nombre porque no vi el peligro hasta que una corriente me arrastró mar adentro. No mucho, desde luego, porque si no hubiera sido inevitable perecer.
No siempre se puede nadar en esas aguas, como digo; pero el primer día me recibieron unas tranquilas y plácidas aguas en plena marea baja y me deleité nadando sin sentir frío una vez que ya estaba en su seno. Una tranquilidad y una serenidad que nunca pensé que pudiera ser tan variable al otro día en que también se permitía el baño pero no era igual el mar. Ya no estaba la marea tan baja, el mar había crecido y yo no lo vi.
Quise repetir experiencia y parecía a los ojos lo mismo del día anterior pero una vez en el agua vi que no era lo mismo porque una corriente quería arrastrarme hacia dentro. Y la culpa fue mía por imprudente, por querer quedarme sola gozando del mar, y sin nadie a la vista para pedir auxilio. Unas rocas tenía delante de los socorristas y yo en medio del mar lejos de la orilla.
Pero en medio del peligro el mar me había contagiado a su vez la serenidad dándome capacidad de reacción. Pedir ayuda no era posible. Veía claramente que nadie me oiría y así desgastaría mis fuerzas en lo imposible. Me centré en nadar contracorriente pero también veía que era en vano pues la corriente podía más que yo. Y noté que el mar volvía de nuevo hacia donde yo tenía que nadar para ganar la orilla. Entonces ahí vi que estaba mi oportunidad, y donde sí tenía sentido mi esfuerzo. Fue una compenetración del mar y yo, quizás irrepetible.
Desde luego no creo que vuelva a repetir porque tuve de sobra noción de lo peligroso y arriesgado de mi acción por lo testaruda que fui al preferir quedarme sola que acompañar a mi marido y mis hijos ladera arriba por tierra. Comprendí sin que nadie me aleccionara que nadar cada vez mas rápido era necesario, dentro de lo lenta que soy en realidad nadando, pero lo conseguí.
Y cuando llegué a la orilla primero respiré hondo, y luego empecé a temblar de miedo y espanto cuando todo había pasado ya.
Menos mal que no temblé durante mi travesía porque entonces no habría llegado a la orilla tal y como lo hice. Me debí congelar para concentrarme y salir de la situación que yo misma busqué; pero fui feliz de haber conseguido volver sana y salvo. Me sentí también muy capaz por no haber necesitado ayuda porque desde luego nadie hubiera podido rescatarme pues nadie conocía mi situación, ni lo que estaba luchando conmigo misma y con el mar para salir a la playa. Pero si me dije, nunca más volveré a arriesgar tanto.
Otros días tuve otros encuentros con el mar pero mano a mano y en la orilla. Eso ya sucedió en Esmelle, otro playa y arenal de las Rías Altas. El mar, en medio de la gente se entretuvo conmigo en dos ocasiones restregándome por la arena y cuando me quería levantar, me volvía a derribar.
La gente que me veía creía que lo hacía a posta cuando era incapaz de levantarme. Y cuando por fin logré hacerlo la arena se me había metido por todo el traje de baño, por la nariz, las orejas e incluso en la boca. Y todo eso fue resultado de querer saltar las olas pero me caí y qué difícil me resultó ponerme en pie. Menuda paliza me dio el dichoso mar gallego cuando todos pensaban que estaba jugando.