Algunos padres ven morir a sus hijos y están ahí, desesperados, hundidos y preguntándose: «Pero, ¿por qué?...» ¿Qué consuelo podrán hallar en las palabras de un sacerdote o de un pastor?, que les responderá: «Es la voluntad de Dios» ¿Fue la voluntad de Dios que un hijo enfermara y muriera?... ¿Es Dios quién ha querido que una noche, tras haber bebido demasiado con los amigos, se matara en un accidente de carretera?... ¿Es Dios quién ha querido que se drogara o se suicidara?
Ante toda tragedia, es comprensible que en su angustia las personas pregunten a religiosos y también, a médicos y psicólogos. Las respuestas que recibirán dependerán, de la calidad de aquellos a los que consulten. Pero lo que deben saber, es que en las grandes pruebas, las verdaderas respuestas están en sí mismos. Así pues, aunque continúen preguntando a otras personas, si tienen necesidad de ello, deben esforzarse en buscar en sí mismos, en su alma o en su Espíritu. Las únicas respuestas capaces de aportar alivio, sólo se obtendrán, preguntando a la Divinidad que vive en cada quien.
Ante toda tragedia, es comprensible que en su angustia las personas pregunten a religiosos y también, a médicos y psicólogos. Las respuestas que recibirán dependerán, de la calidad de aquellos a los que consulten. Pero lo que deben saber, es que en las grandes pruebas, las verdaderas respuestas están en sí mismos. Así pues, aunque continúen preguntando a otras personas, si tienen necesidad de ello, deben esforzarse en buscar en sí mismos, en su alma o en su Espíritu. Las únicas respuestas capaces de aportar alivio, sólo se obtendrán, preguntando a la Divinidad que vive en cada quien.