Tienes razón, Fernando/Isabel, que la fe de un convertido,...

Tienes razón, Fernando/Isabel, que la fe de un convertido, o la fe de uno que siempre gozó de ella, no es prueba de que Dios exista. Como la fe de quien cree que Dios no existe no es prueba de que no exista Dios. Los ateos podrán estar convencidos de que la razón les demuestra su postura, como los creyentes pueden pensar que la razón está de su parte. Yo pienso que la fe es un don de Dios, pero para recibir ese don no hay que estar cerrados herméticamente, sino más bien abiertos a la posibilidad de encontrarlo. Los argumentos que emplean los ateos no son demostraciones. Hace tiempo decía yo en este foro que puede haber creyentes y no creyentes en todas las categorías sociales e intelectuales. Por eso me parece que nuestra postura correcta ante el fenómeno de la fe o de la increencia es el respeto hacia el diferente. ¿Por qué no podemos convivir aceptándonos mutuamente, respetando nuestra diversidad de posturas? ¿Quién da derecho al creyente o al ateo para descalificar al contrario? Hay gente que pierde la fe, y hay quienes descubren a Dios. Yo disfruto de buenas amistades, incluso de familiares, que se confiesan agnósticos o muy religiosos. Mantenemos nuestra magnífica relación. Pero también puedo decir que todos ellos son gente de buen nivel humano. Uno de ellos quiso participar en la manifestación atea que se organizó allá por el mes de marzo o abril, pero se percató de aquella horterada y chabacanada, se escabulló y desapareció avergonzado. Lo mismo dijo un señor en la tele comentando esa misma manifestación. “El ateísmo no es eso, el ateísmo puede ser tan serio como su contrario.
Y aprovecho para hacer una alusión a un mensaje tuyo respondiendo a alguien que hablaba de la labor que ha Iglesia hace para los débiles y desfavorecidos de este mundo. Me parece que hay que tener una visión poco objetiva y desenfocada para retorcer las intenciones de la Iglesia y ver malo donde sólo pueden verse gestos de extraordinario amor. La Iglesia atiende a los necesitados. No los abandona mientras llega el momento de cambiar las estructuras de injusticia. Pero la Iglesia también está fuertemente comprometida a todos los niveles, también desde la Onu y desde organizaciones nacionales e internacionales, para hacer un mundo más justo y para llevar adelante los Objetivos del Milenio. Sus aportaciones son bien conocidas para quien no tiene venda en los ojos.