OCTAVA REAL

Con cuanto amor recuerdo esta morada
y el entrañable pago del camino
a merced del Montoya en la ríada,
cuando el barro convierte el cristalino
espejo, en limo fértil y divino.
Volvería a la casa idolatrada
con la misma ilusión en la mirada
a contemplar esa Tierra del Vino.

Noemí.