Cabrero, grande, grande, grande....

RECUÉRDALO, ENRIQUETA.

Recuérdalo, querida Enriqueta:
al otro lado del mundo,
lo dijiste una noche creyendo que estaba ebrio
y, como nada te asusta ni te asombra,
vengo a echar el velo salvador
de una sábana de dos por dos,
para que la noche no se escape de repente;
para que tu pensamiento quede tranquilo
que no nos vigila nadie.
Así nuestras mentes, nuestras manos,
palparán oscuras siluetas
la noche larga, la noche grande,
hasta que lleguen las luces del alba;
no sólo los mismos, sino otros de mármol;
de esos que te piden favores
en secreto,
sin rubores
bajo la sábana blanca.
Lo sabe Cupido, lo dijiste tú:
“lo que no se puede ver, no puede estar prohibido”.

Cabrero, grande, grande, grande.
Buenas noches.