"Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

El hecho fue que, con la consiguiente audiencia, el sorobollo hubo de recordar al señor Gobernador
Foto enviada por Coral


Bien hacéis en llorar vosotras. Ella, aun sintiendo írsela el vivir, temía no morir ya, muerta su ventura. Acaso éste fuera el único bien que su pena lograra, el de acabar con la vida. Y tan linda diz que estuviera entonces, con sus lágrimas, como antes con la gloria del su reir; que parecía tal una virgen la que moría por ya no serlo. Sus ojos, aquellos pedazos de cielo oscuro, soltaban sin espera el rocío que secara las rosas de otro tiempo, tan cercanas a la flor de su boca, al brote del su reir. ... (ver texto completo)
Clama el viejo narrador contra aquella costumbre, de un continuo retoñar en las mozas de hoy. Acaso la iracundia de sus palabras revele que andubo prendado de la linda forastera, y el tono de su narrar se imite a un sollozo por la suerte de la niña gentil. Acaso esta memoria le traiga algún remordimiento por haber gozado también de aquella costumbre en sus mocedades. Ello no le ha consentido cejar en su condena de aquel uso, que a las mozas de ahora las hizo traer su origen de otras hembras que sin amor fueron madres cuando al no amar le plugo. De tales madres, quizás, han nacido las zagalas que el relato escuchan, el mozo seductor, el viejo relatante.... y los allí reunidos quizás lo sospechan todos. Viéranlo de niños, desde los primeros años de su juventud comenzaran las prolongadas vigilias de la pasión a flor de piel, supliendo la suprema libación, vedada por el cálculo de la hembra, siempre con fortuna, ante el paroxismo del deseo que acechaba, siempre también, el abandono de la carne femenina. Y, por que el viejo bien lo sabe, aún resuenan los ecos de su voz arrepentida, con el temor de quien piensa en la muerte. Aún se oyen sus acentos de indignado peasr cuando el anciano se ha dormido, mientras sigue corriendo silencioso el llanto de las zagalas. Y cuando éstas contemplan su sueño, en tanto hilan calladamente, surge la copla afuera, para anunciar que se acerca la ronda de los mozos. El hilandero da fin, porque la mocedad aguarda, cual de costumbre. El cantar vibra como a compás del alma que arde en alientos de impendada bravura: la de algún zagal que por suerte cree que le llevan a matar moros. ... (ver texto completo)
Buenas noches a tod@s amig@s del foro y paisan@s y vecin@s ce Canales-La Magdalena, y en especial a Toyo, Lolo y familia.

Voy a seguir con el cuento empezado, a ver si esta noche consigo ponerle fin....

Viéradesla llorar a la cuitada por el temor de morir después de sus sueños. mecidos en la esperanza de amor. Del morir de su ánima por la traición de aquel hombre malamente nacido, que llevaba la misma ponzoña que tantos otros desde el nacer, sintió Mariuca írsela la vida.
Sintió el sonrojo ... (ver texto completo)
Bien hacéis en llorar vosotras. Ella, aun sintiendo írsela el vivir, temía no morir ya, muerta su ventura. Acaso éste fuera el único bien que su pena lograra, el de acabar con la vida. Y tan linda diz que estuviera entonces, con sus lágrimas, como antes con la gloria del su reir; que parecía tal una virgen la que moría por ya no serlo. Sus ojos, aquellos pedazos de cielo oscuro, soltaban sin espera el rocío que secara las rosas de otro tiempo, tan cercanas a la flor de su boca, al brote del su reir. Y su rostro, como la cera que ofrendan a la Virgen de Camino, no más hizo muestra que del dolor de verse la sin ventura sola cuando moría.
¡Llorar, hijucas, llorar! Sola murió, como nacen algunos lirios, quizás los más galanes, y de llorar tanto, como ellos mueren de acabárseles el agua. Y, si por no marchar en sangre aquel lirio su blancura, hizo al padre jurar que no mataría al hombre que así la engañara, y logró asegurarse que, en viendo muerta a la su hija, huyese de aquí, por cumplir aquel voto, no allegó a ver que el padre estimase en la falta suya el amor que la llevó a ella, lejos de liviandad; que sólo cuando se fué de la vida la pobre moza, víctima de aquella usanza, suplió el padre en lágrimas, sobre la muerte de la olvidada niña, lo que al morir la negó en perdón y consuelo. ... (ver texto completo)
El hecho fue que, con la consiguiente audiencia, el sorobollo hubo de recordar al señor Gobernador tal particular con otras muchas más complementarias y clasificadoras y, sobre todo, la circunstancia de que, cuando el Poncio no pasaba de catecúmeno en aquella facción política, el presunto multado ya era allí alguien.