LA MAESTRA REPUBLICANA, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

LA MAESTRA REPUBLICANA
José Mª Gómez de la Torre

Siento frío aunque no puede hacer frío. Aún estamos en septiembre. A lo mejor es que lo llevo dentro. No me dieron tiempo a ponerme nada encima del camisón. Parece que tienen prisa. Quieren acabar antes de que salga el sol para ahorrarle la vergüenza de prestar su luz a..., a lo que nos van a hacer.
No me acuerdo del nombre del que me ha dejado su jersey. ¿Julián?
El que va llorando es Antonio. ¿Cómo no va a llorar si sólo tiene diecisiete años? Cuando he ido a consolarle, el del bigote ha interpuesto la culata del fusil y me ha empujado con ella. A Julián (¿se llama Julián?) le ha estampado la cantonera en la cara por encararse con él. ¡Déjala! llegó a decir antes de recibir el culatazo.
No sé quien es el que está tendido en el suelo.
Cuando nos hacen bajar de la camioneta me doy cuenta de que todos estamos descalzos.
- ¡Podríais habernos dejado calzar!
- ¡Chissshhh....! ¡A callar, zorra!
Julián (¿Julián?) se revuelve y recibe otro culatazo.
-Éste no quiere llegar entero...; ¡vamos! ¡caminando! Y si tantas energías te sobran empieza a cavar -le dice tirándole a los pies un par de palas ¡Tú! ¡Lloramingas! ¡Coge la otra pala! ¡Y moveros, que no tenemos toda la mañana!
No pude aguantar más. Me coloqué frente a ellos, les miré a lo ojos y comencé a cantar “Alta la bandera revolucionaria que del triunfo...”

-Señor, a lo mejor no me cree usted, pero le juro que lo vi, porque aquel día, como todos, de amanecida pasaba por el camino de los apriscos que era lo que me tocaba por mi oficio de pastor. Y puedo decirle dos cosas. Una es donde está enterrada, y la otra que Doña Adela le echó cojones. Cuando empezó a cantar, el que parecía el jefe se fue hacia ella tirándole con la pistola al tiempo que vociferaba « ¡hacer callar a esa zorra!» y ella, herida y de rodillas, seguía cantando. Y sabe, me parece estar viendo cómo la alumbraba el primer reflejo del sol de la mañana mientras su voz seguía diciendo «a las barricadas, a las barricadas...»