IRIS, LA MENSAJERA DE LOS DIOSES, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

IRIS, LA MENSAJERA DE LOS DIOSES
Original de Nieves Elena Morán

Cuando Iris sueña es como cuando el río suena, agua trae. En ese entonces, a los sueños de Iris todos le rehuían. Por las mañanas, no bien se levantaba, daba comienzo al relato de las imágenes nocturnas que elaboraba su mente trasnochada. Llevaba años, casi tantos como los que tenía de vida, practicando la misma rutina y en la casa ya nadie le prestaba atención.
Ella, rencorosa, era capaz de soñar el número ganador de la lotería de Navidad y en represalia a tanto desprecio, no decírselo a nadie. Justamente eso fue lo que ocurrió aquel año bisiesto cuando su familia perdió todo en una sigilosa crecida del río. Les llevó años recuperarse.
Iris observaba en silencio y cuando las malas rachas eran insuperables, lejos de despreciarla, prestaban atención a sus sueños. Para salir de pobres, decían. Ella no era tonta y solía cambiar sus sueños a propósito. Eran épocas en que decía lo que cada uno esperaba oír.
Últimamente, el agua estaba presente en sus noches agitadas. Algunas veces era agua calma y cristalina que corría por ríos y arroyos. Otras, la veía encabritada en anchos mares. Siempre agua en movimiento. Muchos años atrás el cura del pueblo le había asegurado que soñar con agua era un buen presagio, que era como el trascurrir de la vida, sólo eso.
Una noche, las aguas mansas se convirtieron en turbulentas. Iris se revolvió inquieta en su cama y su propio grito la despertó. Se levantó tambaleante y llegó a la cocina para asomarse a la ventana que daba al patio de tierra, todavía humedecida por el sereno. Vio que ya era de día. Lo adivinó, casi, porque el cielo parecía que estaba a punto de desplomarse sobre los techos de las humildes casas.