La iglesia de Canales, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

La iglesia de Canales

La iglesia de san Adrián, de Canales, según los libros, es del siglo XVI. Está situada en un alto, de donde se divisa todo el pueblo, antiguamente poblado de frondosos castaños de indias y hoy cubierto de asfalto para aparcamiento.
Está construida en piedra, con una espadaña donde repican tres campanas de color averdosado: las dos más grandes, a un metro de altura sobre la cubierta, y la más pequeña a unos tres metros. Junto a ellas, un nido de cigüeñas, que en la primavera esparcen palitos por todo el tejado de la iglesia.
El interior es oscuro; las ventanas, altas y estrechas, apenas dejan entrar el sol en verano.
La nave principal contiene un retablo que cubre toda la pared central, con muchos angelotes y motivos florales y con hornacinas para los santos.
A la izquierda se encuentra la capilla de la Virgen de la Piedad, venerada por los vecinos y todos los pueblos de alrededor, siempre con flores naturales, dependiendo de la época del año, ya sea un ramo de novia, un centro trabajado con arte o un ramillete de margaritas silvestres. En la penumbra de la capilla destaca la cara de la Virgen, muy blanca, con los ojos semicerrados, mirando al hijo que tiene en las rodillas. Los reflejos de unas velas encendidas descubren en su rostro una expresión de resignación a la par que de serenidad por la muerte de Jesús. Es el lugar que más me gusta. Desde ella se divisa el altar mayor y al ayudante, que va y viene preparando lo necesario para la misa, y apenas se escucha al cura y el murmullo de las personas mayores, que mueven los labios continuamente.
En verano hace fresco y en invierno sale de las bocas de los fieles el aire condensado, formando una columna de vapor.
Los bancos son de madera de pino clara y hierro negro. A la entrada, en medio de la iglesia se encuentra un armonio, alrededor del cual canta el coro. En algunas ocasiones una voz desafinada sale de la parte trasera y entre risitas y cuchicheos se va pasando la misa. En los últimos minutos, como al sacerdote no se le entiende ni con micrófono, unos preguntan a otros de quién ha dicho que será la misa de la semana siguiente.
Y vamos saliendo en grupos, para volver a encontrarnos en los bares del pueblo tomando un vino.

Mª BLANCO