Cierto que el encartado no se había distinguido nunca...

Cierto que el encartado no se había distinguido nunca por su fanatismo en aquella militancia, porque solo le importaban las cosas pequeñas que hacen amable la vida, y de ahí que acostumbrase para sus ratos libres no escuchando proclamas en la Casa del Pueblo, sino alternando con sus compadres por figones y tabernas para merendar si venía al caso o, para descorchar un par de botellas y trasegar su contenido con ellos en paz, amor y compaña, y como además aquellos amigos eran de distintas y aún opuestas tendencias políticas, no quería el significarse demasiado en ningún sentido, pues que, de hacerlo, podían seguirse discusiones, de las discusiones disputas y de las disputas enemistad, y lo que él repetía siempre: no hay idea política que pueda justificar la pérdida de un buen amigo.