Así, sirviendo a todos y para todo, ha llegado a su estado actual, en la soledad que le impone su viudedad y el casi olvido de sus hijos y nietos, a quienes ahora casi estorba.
Y se siente fuera de lugar, no comprende la infelicidad de los jóvenes, sin necesidades, sin hambre, con lujos. No entiende la anorexia, las drogas, las chicas de cabeza rapada, los caros pantalones rotos o remendados a estrenar.
Necesita cariño, compañía, que alguien la escuche y aunque no lo exige, nunca ha exigido nada, que alguien reconozca sus renuncias y sacrificios. Su vida de renuncia y sacrificio, esa dura vida que hoy permite que sea mejor la de todos nosotros.
Quisiera que esta narración sea un homenaje a todas estas viejecitas que retrato en una sola.
Pobre homenaje para quien merece mucho más que estas cortas líneas. Y que quien las lea, cuando se encuentre en su camino con alguna de ellas, las mire con el respeto que se han ganado y sobre todo con cariño.
Y que nunca, ni aquí ni en ningún otro lugar, ninguna otra mujer tenga que pasar lo que nuestras viejecitas han pasado.
Muchas veces he oído decir ante hechos ocurridos en nuestra vida que “es mejor olvidar, perdonar, pasar página”. Estoy de acuerdo con ello.
Creo que ellas, las protagonistas de este relato, han pasado página, continuamente la han pasado. Pero también creo que nosotros, ante ellas, no debemos cerrar los ojos.
NOTA FINAL
En un momento de este artículo he escrito lo siguiente:
– “Pero si dejo volar la imaginación, no mucho, que no es muy necesario,… creo que puedo acertar en las líneas generales”.
Tengo que confesar que he mentido y que, en honor a la verdad, nada tuve que imaginar. Todo lo que he contado tiene protagonistas reales. Yo me he limitado a unir en una sola, vivencias de varias mujeres y me duele decir que algunas de las cosas relatadas han sido sufrimiento común en más de una de ellas.
José Mª Gómez de la Torre
Y se siente fuera de lugar, no comprende la infelicidad de los jóvenes, sin necesidades, sin hambre, con lujos. No entiende la anorexia, las drogas, las chicas de cabeza rapada, los caros pantalones rotos o remendados a estrenar.
Necesita cariño, compañía, que alguien la escuche y aunque no lo exige, nunca ha exigido nada, que alguien reconozca sus renuncias y sacrificios. Su vida de renuncia y sacrificio, esa dura vida que hoy permite que sea mejor la de todos nosotros.
Quisiera que esta narración sea un homenaje a todas estas viejecitas que retrato en una sola.
Pobre homenaje para quien merece mucho más que estas cortas líneas. Y que quien las lea, cuando se encuentre en su camino con alguna de ellas, las mire con el respeto que se han ganado y sobre todo con cariño.
Y que nunca, ni aquí ni en ningún otro lugar, ninguna otra mujer tenga que pasar lo que nuestras viejecitas han pasado.
Muchas veces he oído decir ante hechos ocurridos en nuestra vida que “es mejor olvidar, perdonar, pasar página”. Estoy de acuerdo con ello.
Creo que ellas, las protagonistas de este relato, han pasado página, continuamente la han pasado. Pero también creo que nosotros, ante ellas, no debemos cerrar los ojos.
NOTA FINAL
En un momento de este artículo he escrito lo siguiente:
– “Pero si dejo volar la imaginación, no mucho, que no es muy necesario,… creo que puedo acertar en las líneas generales”.
Tengo que confesar que he mentido y que, en honor a la verdad, nada tuve que imaginar. Todo lo que he contado tiene protagonistas reales. Yo me he limitado a unir en una sola, vivencias de varias mujeres y me duele decir que algunas de las cosas relatadas han sido sufrimiento común en más de una de ellas.
José Mª Gómez de la Torre