POBRE LIBRO DESVENCIJADO...

POBRE LIBRO DESVENCIJADO

Llega el tiempo de prestarle
una mirada a mi libro de una básica
biblioteca: Libro de RTV, cuarenta.
¡Oh! que compré un día caminando
por la madrileña Cuesta de Moyano!

Libros y mas libros que veía, me gustaban.
Yo nunca me preguntaba, si los leería un día.

Este concretamente, dio mas vueltas
que un sereno nocturno en fiestas;
por las calles, y callejas madrileñas.
Que los serenos, de oídas, sabía de su existencia;
aún nunca ni les vi, ni conocí, ni creí
pues no había serenos en mi barrio de Vallecas.

Ya te podías tu muy bien cuidar,
que nadie vigilaría tus pasos,
que nadie alerta te iba a esperar.
Tu las llaves, tu las prisas,
tu los miedos por muchas noches
sin luna, sin estrellas, y cuidando
con mucho celo, tu sola, de tu persona.

En mi barrio no había serenos.
Y si vigilantes nocturnos, y camellos.
Tu con miedo, conteniendo muchas,
muchas veces el aliento hasta
llegar por las noches, por descampados
a casa. Gracias le daba al cielo,
por esa fugaz aventura y, sin serenos.
Sin nadie que te cuidara, sino tu propio celo.

¿Se me iba a ocurrir pararme a mirar la luna?
Mi luna se quedó en mis pueblos, echada en
los linderos, las cuestas, los sabinares,
cantando con las cigarras y las hormigas,
guiñando los ojos a las luciérnagas amigas.

Por eso la luna venía a mi por los días
como una musa querida, y una gran amiga,
que dejaba que cuidara mi campo y mis alegrías.
Ella se quedó en mi tierra y yo soñaba con ella.