No todos los días amanece así de sombrío como decían antes mis versos. La catedral de
Burgos tiene mil y una caras. Es cambiante como el mar y depende de las mareas y del entusiasmo de sus gentes y de los que vienen a la ciudad de visita, o para quedarse. Se puede, por lo bien que la gente de Burgos trata a los peregrinos y a los
turistas de todo el mundo. Sin distinción de raza, sexo o color.