Al caer la noche para Blanca, todo era distinto, y...

-Blanca, no hagas gestos, no sonrías, no llores; o arrugarás la bonita piel de tu cara. Y luego será irreversible porque tus lágrimas o tus risas entrarán en contacto con las lociones anti-edad que te aplicamos y de nada nos servirá.

Todo el rato oyendo amonestaciones: no hagas esto, no hagas lo otro... Ya estaba harta. Y aquello, todavía la ponía mas en tensión:
-Pero Blanca, ¿no te he dicho que no aplaudas, que no es digno de una especial patata como tu, que vas a lastimar las palmas de tus manos de especial perigreé?

O aquello otro, que le amenazaba con volverla loca de remate:
-Blanca, enderézate y camina con pasos de princesa, digna hija que mañana se proclamará reina.

Al caer la noche para Blanca, todo era distinto, y ya no había forma de controlarla, ni de identificarla siquiera.
Se quitaba el vestido, y lucía su piel como la de todas las demás de su especie. Hablaba, lloraba y gesticulaba como le habían enseñado, a base de prohibírselo. Ella ensayaba justo lo contrario en su interior, sin manifestarlo, pero lo tenía interiorizado y quizás algún día..., pensaba, lo pudiera poner en práctica. No perdía sus pequeñas esperanzas de patata distinguida que quería ser común como el resto de las suyas.