Apreciado franma....

Apreciado franma.
Permíteme que al leer tu post quiera responder a tu intervención.
Dices: <Deberíamos tener meridianamente claro, que la iglesia sea contraria … al gusto por el gusto>.
Creo que la afirmación no se sostiene. La Iglesia defiende la felicidad de todos y cada uno de los humanos, como parte esencial de su destino en este mundo. La Iglesia sabe, y respeta, que los no católicos y los no creyentes no tienen por qué seguir los principios cristianos. Sabe, y respeta, que cada cual busque la felicidad allá donde crea que la puede encontrar, y es consciente de que muchos la buscarán fuera de los criterios cristianos.
La iglesia, como los no creyentes, como tú y como yo, tiene el derecho a ofrecer su punto de vista que, en ocasiones, es obligatorio para los católicos, y es ofrecido a la consideración de los no católicos.
La Iglesia no acepta que alguien, católico o no, organice su felicidad a costa de la felicidad de los demás. Así, por ejemplo, si uno es feliz cortando los cuellos de los vecinos, o quemando la casa del enemigo, etc., la Iglesia levantará la voz. En esta línea está la defensa de la vida contra el aborto. La Iglesia levanta la voz, pero no insulta ni degüella a quien aborta. Simplemente defiende (no con armas ni palos) la que considera única postura respetuosa de la vida más inocente. La ciencia y la filosofía (no por motivos religiosos) consideran que la vida humana del nasciturus comienza en el momento de la concepción. Si quieres te doy información de la abrumadora declaración de la ciencia médica y biológica al respecto).
Dices: <Yo les dirías a los obispos …, la ley no obliga a abortar>. ¿Tu inteligencia admite como válido este argumento? ¿si un terrorista disfruta matando, se puede decir: “nuestra opinión es que no se debe asesinar, pero no hay por qué prohibirlo, porque como no es obligatorio asesinar, que lo haga aquel que buenamente lo desee para ser feliz”.

Respecto a los homosexuales, ¿has leído las normas que da la Iglesia al respecto y que son su modo de actual? Intento resumírtelo en pocas líneas.
La Iglesia respeta y exige respeto para los homosexuales, sean o no católicos, creyentes o no creyentes.
La Iglesia no ha pedido ninguna legislación que impida la vida íntima afectiva de las parejas homosexuales. Eso sí, “para los católicos” hay un criterio añadido, el ejercicio de la sexualidad está en función de la institución familiar. No por razón de felicidad del ejercicio de la sexualidad, sino por lo que la Iglesia considera que es la finalidad de la genitalidad humana, que es uno de los elementos fundamentales de la sexualidad (aunque no el único).
La Iglesia, por tanto, no se opone a que se admitan y regulen legalmente las uniones homosexuales. Lo que no acepta es que se consideren matrimonios. Y esto, no por motivos religiosos. Son muchos los no católicos, y no creyentes, que se oponen a esta equiparación de uniones homosexuales con los matrimonios. Basta tener en cuenta las manifestaciones en Francia contra el “matrimonio homosexual” durante los meses pasados, y el movimiento laico que las ha generado, del cual la Iglesia se desmarcó cuando derivó en casos de violencia.
¿Y por qué este interés en desligar las uniones homosexuales de los verdaderos matrimonios?
Muy sencillo: desde el momento en que una pareja sea considerada matrimonio, deberá tener todos los derechos del matrimonio, y, aunque la adopción de niños no es derecho de ningún matrimonio, se incluye en el paquete de derechos. Esto es una aberración. Los niños tienen pleno derecho a tener un padre y una madre (biológico o adoptivo). Lo otro es, psicológica y socialmente una chapuza destructiva (como afirman muchos laicos).
¿Más argumentos? Si las uniones homosexuales fueran matrimonios, todos las leyes que se emanen a favor de la familia les beneficiarían. Habría que repartir el presupuesto entre una cantidad tal, que las familias verdaderas verían reducidos sus beneficios, mientras que socialmente son quienes aportan a la sociedad el beneficio impagable de la procreación.
Como esto que he dicho de forma brevísima, no tiene sus raíces en argumentos religiosos, lo que todos admiten es el valor de los matrimonios verdaderos, sean o no realizados ante una iglesia o ante un ayuntamiento. El valor que da la iglesia a este respecto es el mismo.