LA NOGALA SE SECO. (Continuación) (3 y último)...

LA NOGALA SE SECO. (Continuación) (3 y último)

Allí había un hombre apostado que oteaba el camino de Mioma. Agarraba un arma de fuego con aire de estar al acecho, a la espera de una pieza de caza mayor. Al aproximarse lo reconoció Secundino Carballeira: era Onofre el bilbaino, adosado a su escopeta. Al llegar y tras un saludo, el afilador tomó la iniciativa:
- Buenos días, Don Onofre. ¿Va usted de caza?
- No. He venido a probar la escopeta, soltando un par de tiros.
- ¡Me extrañaba! Porque según creo, aún no se levantó la veda.
- No; se abre el quince de agosto, cuando casi todo el campo es ancho rastrojo.
- Pero don Onofre -le dijo Secundino el afilador mientras atendía a la mirada del veraneante; una mirada de odio envenenado-: Usted y yo somos cristianos y son cerca de las diez, hora de oír misa; hoy es día de guardar. ¿No me dirá que se la va a fumar por abatir una pieza?
- Tiene usted razón. ¡Qué horror! Me he distraído. Sí: he estado a punto de perder la misa.
La perspicaz agudeza del afilador, lo llevó a deducir que ni esa apelación sacrosanta aplacaba el odio que tenía atenazado al veraneante bilbaino.
- De cristiano a cristiano don Onofre: ¿A quién esperaba? ¿Quién lo puso a punto de faltar a la ley de Dios?
- No esperaba a nadie. Si usted va a Valpuesta. ¿No le importa que hagamos juntos el camino?
- Sí, claro: voy a Valpuesta. Podemos ir juntos. Ya arreglaré más tarde el pinchazo.
- Permítame –dijo don Onofre en tono humorístico-: “Antes he de cambiar el agua…”.
- Faltaría más –respondió el afilador.
Don Onofre se situó detrás de la nogala, desabrochó su bragueta y orinó larga y cálidamente. Un vapor emanado de aquel líquido, como el de un veneno corrosivo, ascendió desde las raíces descubiertas del árbol al entrar ésas en contacto con la orina.
Antes de llegar a la iglesia toparon con Narcisa, la valpostana que preparaba nueces verdes en almíbar con la receta de las monjas de clausura de San Juan de Acre.
El gallego afilador, perspicaz y medio brujo le dijo:
- Narcisa: será el último año. Se acabó lo de conservar nueces verdes en almíbar. Se secará la nogala de raíz y sin remedio. Todo por la meada de un cristiano.
- ¿Cómo lo sabe?
- Lo sé. Se secará la nogala. A cambio se ha salvado un alma. ¡De veras!
La nogala se secó. Y Narcisa extendió por el Valle la leyenda de que Secundino el afilador era medio brujo.
Del libro de cuentos "AL AIRE LIBRE de Pedro Morales Moya. (Don Vela)