Mis monjas eran maravillosas, todas de Izda., lo que indica que no estaban estancadas y miraban al futuro con claridad, con una sensibilidad hacia lo social fuera de serie, y adelantadas a su época. Debo reconocer que les debo muchísimo.
Jamás nos obligaban a acto religioso alguno; mi internado era de niñas muy pijas, unas 150, entre ellas unas 30 becarias, yo una de ellas, nunca noté diferencia entre unas y otras, salvo cuando venían los papis a levarnos a casa, que el mío venía en autobús y el de las otras con unos cochazos de aupa, pero eso ya no dependía de ellas.
Muy buenos recuerdos.
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