CARTA DEL TORERO MANUEL FLORES...

CARTA DEL TORERO MANUEL FLORES
A DOLORES LA MACARENA

Mi buena amiga Dolores,
reina der cante andalú:
Selebraré que esta carta
la encuentre bien de salú.
Yo estoy, como aquel que dise,
lo mismito que una rosa;
venga a embestirme las penas
y yo como si tal cosa.

Pero hay una, la más chica,
que me está quitando er sueño
con ese empuje nervioso
de los toritos pequeños.
Ninguno, de más trapío,
me asustó en el reondé
como me asusta la idea
de que a mí me quiera usté.

No porque yo la enamore,
que a tanta gloria no llego,
sino por darme la mano
como quien se la da a un siego.
Para que yo no tropiese,
para pasarme de asera
der día que nos casemos
a la noche en que me muera.

Pero, por lo derechita
que va escrita la presente
comprenderá usté, Dolores
que veo divinamente.
Por lo cuá, de mi sendero
no hay temó que me escarríe,
ni me hace ninguna farta
lazarillo que me guíe.

Mas si de veras se inclinan
sus torres a mis banderas,
si ha descubierto de pronto
que está queriendo de veras,
tendrá usté que defenderse
lo mismito que hise yo.
Poniendo en pie veinte años
de muralla entre los dó.

Cañones en los portillos
y en cada esquina una
lansa; allí quearon pa siempre
tendías mis esperansas.
La murallita der tiempo
ninguno l’ha remontao,
que er desengaño le clava
su cuchillo en er costao

.
Porque un junco de ribera
no puede ligá conmigo
que soy espiga en agosto
cuando se queman los trigos.
Usté, una copla en los labios
y una rosa en la sintura;
yo, repasando carteles
de cuando era gran figura.

Usté, viéndose al espejo
resplandesiente y losana;
y yo, serrando los ojos
para no verme las canas.
Usté, rebrillosa y fina
como una lunita nueva;
yo, er candí de los gitanos
agonizando en la cueva.

Su juventú caminando
con firmesa y a compá
mientras yo, poquito a poco,
me voy quedando detrá.
Y cuando usté coronara
las cumbres de la hermosura,
Manuel Flores estaría
con un pie en la sepultura.

¡No! Yo prefiero morirme
sin hablarle a usté de tú
¿Me comprende usté, Dolores,
reina der cante andalú?
Cuando llegue ese momento
déjeme usté que presuma:
-Dolores la Macarena
que era una rosa de espuma,
llevándole veinte años,
de mí se enamoriscó.
¡La quise como a mi mare,
pero le dije que no!

De modo que a defenderse
como yo me he defendío.
Que voy a morí sortero
pudiendo sé su marío.
Es como aquel que se mata
por salvá a una inosente...
Es la obligación más chica
que tenemos los valientes.

Y aunque la siga queriendo
lo que me resta de vía,
no me pague la finesa;
conmigo está usté cumplía.
Sin más por hoy que desirle,
conservarse bien, Dolores:
ya sabe cuánto la apresia
su amigo,

Manolo Flores

Antonio Quintero y Rafael de León