Ser el gato,...

Ser el gato,
hacer un esfuerzo y ser el gato
transitorio del alba y en la cumbre
del mundo transitado, y presumible.

Ser por fuera del gato todo el gato posible
después del atigrado resplandor de la noche
última y la pasmada contracción felina.
Comenzar en el zinc al borde de las uñas,
en el cielo que escurre el canalón vacío
y en la flor espectral que crece entre las rejas.

El gato que despierta paso a paso las viejas
miserables espaldas de fábrica baldada
y el aire algodonoso de las ramas al suelo
y la tierra afeitada del muro hasta el camino
y hasta el bidón sonoro que su peso estremece.

Ser gato por fuera y tan cabal. Parece
que el mundo quepa dentro de esta pausa ondulada
precisa como un astro, que te llama
y a quien no negarás el pararte desnuda
donde nadie hubiera imaginado

aurora sobre el muro desconchado,
alba rosada sobre el gris de un gato,
con las puntas nocturnas de los pechos
apuntando a esos hombres cavilosos. (Carlos Barral)

Estupendo poema como todos los de este autor.
En él hay mucho de ironía, una de las características de esta generación y por supuesto mucho de realismo y cotidianidad.

¡Qué no ha observado alguna vez la actitud de un gato!
Un gato es símbolo de libertad y arbitrariedad; seguro que las personas que no nos atrevemos a decir cuatro cosas bien dichas a alguien las diríamos si fuéramos gato.

El gato puede subirse a los lugares más altos, otear, observar y desencadenar su rabia arañando los objetos que no le son gratos.

Muchos autores de la GENERACIÓN DE LOS 50 hubieran querido ser gato.