ES UN RELATO PERO MUY NUTRITIVO Y OS PODÉIS MONDAR...

ES UN RELATO PERO MUY NUTRITIVO Y OS PODÉIS MONDAR DE RISA.
(En esta crisis todavía nos quedan las lágrimas para llorar tanta ruina y la risa, que nos puede evitar enfermar)
Esta carta salió publicada en Diario de Burgos en el 2004. Y es que comprando un día un ejemplar de zapatero, me llegó la inspiración. Y me lo pasé genial escribiendolo y recordandolo. Y hoy lo comparto con el foro. Pensar que yo tenía un hueco en el diario de Burgos y ahora con la crisis ya no lo tengo; porque con la crisis no hay páginas; y menos para mi, una simple corresponsal de pueblo.

LA PALOMETA

De compras por el “super” me llamó la atención poderosamente un cambio de nombre en un pescado. La palometa, ha sustituido al nombre de zapatero y ha revalorizado también su imagen con el cambio, lógico es que su precio se incremente. No sé si por darle la bienvenida a nuestro nuevo presidente, pero intuyo que algo también ha cambiado, pues, con la renovada actividad se observarán más modificaciones, quizás de programa.
A este pescado siempre le llamé palometa mientras viví en Madrid. Pero como aquí le decían zapatero, pues zapatero le llamé. Porque este pobre pez todavía tiene otro nombre peor que ignoro de donde le puede venir.
Espero que la gestión de nuestro nuevo, remozado y apuesto presidente sea digno de elogios y que si eso no sucede no por ello suponga una nueva permuta en el nombre del digno y resignado pez. Que harta desgracia es la de caer en el anzuelo del taimado pescador del norte- porque en el sur ya se sabe que las sombrillas acaparan el litoral y en algunas playas ya los alcaldes deben empezar a indicar zonas azules de aparcamiento obligado bajo pena de la retirada de la sombrilla y la toalla en las dependencias municipales, el colmo del veraneante, que no se desconecta ni queriendo, en esos multitudinarios lugares.
Compré el pez y no por casualidad sino por el anzuelo, que mi hijo, principiante aficionado de pesca ya le había echado el ojo desde hacía semanas. Y esta vez, me rogó y me rogó hasta que lo traje a casa. Y la verdad es que quedé un tanto decepcionada una con él, una vez que lo tuve en la cocina. Ya sobre la tabla, cuchillo en mano, empecé a filetearlo y empezaron a salir minúsculos gusanitos blancos que sin duda holgazaneaban en el zapatero o palometa, como le llaman ahora. Bien gandulas y zánganas que son porque las había también del género femenino pero poco seductor. Todavía salían del pez como si hubiesen estado remando y bogando por el ancho y azulito mar. Todavía tenían algunas arenas y plumas en sus minúsculos cuerpecillos al posar para mí ante la tabla de madera y noté su sorpresa boba en sus ojitos de luna llena. “A ver si esta “maruja” nos va a rebanar la yugular, huyamos antes de que sea demasiado tarde “. Y se deslizaron e introdujeron, ellas solitas, en la bolsa de los desperdicios que separo para mis privilegiadas gallinas, que por efecto del pescado, ya no tienen ni colesterol sus huevos. Son gallinas “patricias” que se pavonean hasta de su plebeyo gallo. Al pobre, le tienen un tanto desplumado y bizco. Y es que de lo que se come, se cría, que no hay milagros en esto de la nutrición animal o humana.