Despacio iba el jinete cabalgando por Toledo...

Despacio iba el jinete cabalgando por Toledo
en las espesas nieblas de la noche y el silencio,
mientras aciago recuerda la grandeza de aquel reino,
de aquel reino de León soñando con poder verlo.

Largo y vasto es el camino recorrido con empeño
desde la califal Córdoba a la capital del reino,
desde Córdoba la llana a la gótica Toledo,
desde la vieja urbe regia a este entorno de ensueño,
donde florecen cenobios ornados de arte y misterio:
por Santiago de Peñalba entre la nieve y el cielo,
Santo Tomás por donde florece el brezo
otros hermanos mozárabes sembraron arte y esfuerzo;
San Miguel de la Escalada perla anclada en el misterio,
Tábara con su escritorio puso duende al alfabeto.

Llegar hasta Palat del Rey quieren todos los sueños
junto a esta hermosa urbe descendiente de Toledo.

Atrás quedan mil batallas, hazañas de caballeros,
ínclitas glorias perdidas, sombras de bruñido espejo
y los amores vividos con las damas de sus sueños,
hermosas damas sueñas donde el amor es recreo.

Despacio pasó el jinete por las calles de Toledo,
mientras evoca los montes ansiados con tanto empeño,
los montes del reino astur bruñidos de niebla y cielo.

Su ágil paso hacia León encamina este guerrero
que cabalga desde el sur en busca de sus ancestros.
Al-Andalus tierra mora no quiere cristianos viejos;
Al-Ándalas tierra mora desdeña cristianos nuevos.

El trae ricos sabores, vientos suaves de arte fresco,
torna con maduros frutos para iglesias y conventos.

Es un mozárabe más que llega a estos veneros
de las tierras de León desde los campos sueños.

Despacio pasó el jinete por las calles de Toledo,
pues era alegría grande el viejo sabor del reino.

Cruzó la Sierra Morena cabalgando como el viento,
atravesó Carpetania con ansias de prisionero
que desea llegar pronto a un dulce hogar duradero;
encontró aquí su posada, lugar de su edén eterno.

Despacio pasó el jinete por las calles de Toledo
entre las espesas nieblas de la noche y el silencio
por no despertar las piedras que latían con denuedo,
como aguardando con prisa su anexión al nuevo reino.

Pero aún quedaban lejanas las bellas lindes del Duero,
las del Esla, Cea y Tera, las dulces tierras del Bierzo,
el Bernesga y el Torio con sus riberas de ensueño
y sus álamos de oro con mil sutiles arpegios,
donde los pájaros cantan dulces trinos mañaneros.

De prisa pasó el jinete los caminos polvorientos
por la ancha y llana Castilla, la de los ricos veneros,
la de las lomas suaves por majadas y oteros.

Prisa tenía el jinete por pisar nuevos senderos,
para arribar a León nueva capital del reino.

Divisó montes azules tan cerca, pero tan lejos;
tenía prisa el jinete, casi podía cogerlos
en la nívea lontananza del espejo de sus sueños.

Orillas del Sil y Cúa, las riberas del Curueño,
encinares y castaños, la blanca flor del cerezo,
siempre soñando en vosotros y yo viviendo tan lejos.

Tal musitaba el mozárabe, que era noble y caballero;
cuando ya en León entraba lágrimas de terciopelo
sus mejillas derramaban.