TIEMPOS PASADOS, PERO NO OLVIDADOS...

TIEMPOS PASADOS, PERO NO OLVIDADOS

Cuando una mente de adulto, fija toda la atención en un recuerdo, se le antoja de forma subjetiva, y más aún, cuando el recuerdo está fotográficamente recogido con una conciencia infantil. Es así como María nos cuenta y nos describe sus recuerdos.

LOS PRIMEROS RECUERDOS DE MARÍA

El más primitivo que recuerda María, es que: estando con su padre en el portal de la casa del “Cerropelao”, junto al marco de la puerta que daba hacia la calle, su padre se quedó mirando hacia toda la cuenca del río Gigüela. Enfrente estaba la casa de la Sra. Rosario. A la derecha se extendía una gran alameda de chopos, que era rodeada por una acequia llena de zarzales y maleza. Al otro lado de la acequia, pasaba el río. Un poco más abajo siguiendo el río, un puente daba acceso al camino que conducía hasta el pueblo de Villa mayor de Santiago.

A la izquierda de la casa, la huerta, cuadriculada por los tablares que parecían hechos con regla y cartabón. Los tablares estaban divididos en diferentes tipos de hortalizas: de tomates, otros de pimientos, lechugas, pepinos, combros, cebollas, habas, acelgas, zanahorias etc.

Frente a la huerta de su padre, al otro lado del camino, estaba la huerta de los “Picaruchos”. Y a continuación, más adelante, a la izquierda, la casa y la huerta de los “Miriñaques”.

Estaban los dos, padre e hija. María observó a su padre por detrás, sin parpadear, se fijó en sus polainas de cuero; eran marrones, cerradas por tres hebillas. Un pantalón de pana marrón, un chaleco sin mangas, y una gorra de igual color. María se agarró a una pierna de su padre que le parecía muy alto y fuerte. Ella se sintió segura.

La puerta estaba de par en par, y María fijó la vista hacia delante. Un tímido sol bañaba toda la cuenca del río Gigüela. Entre los árboles, se desprendía una leve y ligera bruma matinal. Allá fuera, frente a la puerta, encontró un mundo nuevo, distinto, completamente desconocido para ella, y todo entero por descubrir. A María todo aquello le pareció precioso. Las tierras que tenía delante de sus ojos, estaban llenas de vida y de color.

En esto que el canto de una paloma le llamó la atención. Y María le dijo a su padre:
- ¡papá, papá! Paoma, paoma, ¡uh, uh! -Y su padre le respondió:
-Sí, sí, la paloma Torcaz, que está cantando en la copa de aquel árbol del merendero.

Y María se quedó escuchando unos minutos, y sintiendo un arrebato de alegría, se dio media vuelta y se fue a jugar con su muñeca de trapo.

El merendero pertenecía a los terrenos de la Sra. Rosario. Estaba al otro lado del camino, que visto desde lejos, parecía un sólo árbol, con una gran copa verde y espesa. La construcción del merendero era de forma oval, con bancos de piedra de granito todo alrededor. El suelo era de cemento y las raíces lo habían levantado por los muchos árboles que lo rodeaban, dándole así, frescura a su interior. Un espacio frecuentado por las gentes para aliviar el calor. Era un sitio perfecto para reuniones y tertulias, particularmente en verano.

EL CANTO DE LA PALOMA TORCAZ

Paloma torcaz zurea
que seductor es tu canto,
al despertar la mañana
tu arrullo envuelto en el campo.

Campos de leves brumas
y rumores de agua a saltos,
llegó el zureo a la niña
y quedó cautivo su encanto.

Saludos

Estrella