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TEXTO 1
NARRATIVA BREVE (1)

"EL TEJEDOR DE PALABRAS"
Por Elena Ortiz Muñiz

JAMÁS OLVIDARÉ AQUEL día en el que el tsunami se llevó todo cuanto poseía. Cuando la ola gigantesca apareció, alcancé a abrazarme a un árbol, aunque la marejada me abatió sin piedad arrastrándome con una fuerza increíble. No sé cómo hice para mantenerme aferrada al tronco, a pesar de que, con su cruel y salado latigazo, el mar lo había arrancado de la tierra y nos golpeaba sin misericordia ni compasión. En cuestión de segundos, me quedé sin hogar, fui testigo de cómo el agua se tragaba —literalmente— a mi madre y a mi hermanito, que estaban tendiendo la ropa recién lavada frente a la casa. De mi padre, jamás tuve noticias otra vez. ¿Cómo puede nadie seguir existiendo después de una experiencia semejante? ¡Tenía tan solo 8 años de edad! Hasta entonces, todo mi mundo estaba lleno de sueños y fantasías, de princesas aprisionadas en sus castillos y príncipes galantes que llegaban al rescate montados en sus briosos corceles blancos.

Mi vida color de rosa se volvió de pronto gris, más sombría que el firmamento en una noche de tormenta. A pesar de mi corta edad, mi alma estaba llena de sufrimiento y pesar, veía en todos los rostros el de mi madre muerta y en todas las manos las de mi padre, siempre fuertes y generosas. Pasaron los días, las semanas y los meses; mientras, aquel vacío tremendo dentro de mí se hacía más profundo. Sentía que no encajaba en ninguna parte. Odiaba a ese mar que se había llevado lo que tanto amaba, dejándome sin vida, sin pasado, sin nada que atestiguara mi origen o que respaldara mi identidad.

Estuve en un albergue junto a decenas de personas desconocidas que también padecían y sufrían la pérdida de sus seres queridos. Fue ahí donde por vez primera reparé en que la mirada de un ser humano puede ser de pronto hueca y vacía evidenciando un corazón que se ha marchitado por completo, así como el rostro de la impotencia y la desesperanza se manifiestan a través de rasgos tan diferentes en distintas pieles y edades. Yo misma sentí cómo brotaba la rabia y se expandía por completo a través de mis venas envenenándome la sangre, cubriendo mis huesos, apoderándose de cada músculo y de mi razón.
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El relato continúa en: www. gibralfaro. uma. es/narbreve/pag_1812. htm
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