Os voy a contar un cuento:
Érase una vez un patio de colegio donde los cuidadores del recreo premiaban la docilidad con alitas de pollo bien fritas y crujientes. Y los dóciles se las comían porque las consideraban un gran premio.
Fin; empieza La Catedral del Mar.
Érase una vez un patio de colegio donde los cuidadores del recreo premiaban la docilidad con alitas de pollo bien fritas y crujientes. Y los dóciles se las comían porque las consideraban un gran premio.
Fin; empieza La Catedral del Mar.