POEMA MODERNISTA “EL ALMA EN LOS LABIOS” (prosa y verso)...

POEMA MODERNISTA “EL ALMA EN LOS LABIOS” (prosa y verso)
VERSO (MU­SI­CA­LI­ZA­CION)
“EL ALMA EN LOS LA­BIOS”
Letra: ME­DAR­DO ANGEL SILVA
Mú­si­ca: FRAN­CIS­CO PA­RE­DES HE­RRE­RA

Cuan­do de nues­tro amor la llama apa­sio­na­da,
den­tro de tu pecho aman­te con­tem­ples ex­tin­gui­da,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me fal­tes me arran­ca­ré la vida.

Por­que mi pen­sa­mien­to lleno de este ca­ri­ño,
que en una hora feliz me hi­cie­ra es­cla­vo tuyo,
lejos de tus pu­pi­las es tris­te como un niño,
que se duer­me so­ñan­do en tu acen­to de arru­llo.

Para en­vol­ver­te en besos qui­sie­ra ser el vien­to,
y qui­sie­ra ser todo lo que tu mano toca;
ser tu son­ri­sa, ser hasta tu mismo alien­to,
para poder estar más cerca de tu boca.

Vivo de tu pa­la­bra y eter­na­men­te es­pe­ro,
lla­mar­te mía como quien es­pe­ra un te­so­ro.
Lejos de ti com­pren­do lo mucho que te quie­ro,
y be­san­do tus car­tas in­ge­nua­men­te lloro.

Per­do­na que no tenga pa­la­bras con que pueda,
de­cir­te la inefa­ble pa­sión que me de­vo­ra;
para ex­pre­sar mi amor so­la­men­te me queda,
ras­gar­me el pecho, Amada, y en tus manos de seda,
dejar mi pal­pi­tan­te co­ra­zón que te adora.

PROSA (PRO­SI­FI­CA­CIÓN)
“EL ALMA EN LOS LA­BIOS”
El poeta re­cuer­da a su amada que el amor de ambos es como una llama apa­sio­na­da co­lo­ca­da den­tro del pecho aman­te, y que si ella no co­rres­pon­día a esa llama que era su amor, ésta podía apa­gar­se y cuan­do ella con­tem­ple ya su amor (llama) ex­tin­gui­do, él amaba su vida, y que el día que ella no le co­rres­pon­da a su amor, él se arran­ca­ría la vida.

Por­que su pen­sa­mien­to se llenó de ese ca­ri­ño desde aquel ins­tan­te, que era cual hora feliz en que se enamo­ró de ella, y se con­vir­tió en es­cla­vo; pero cuan­do él está lejos de ella y sus pu­pi­las no la ven, él se sien­te tris­te como un niño que duer­me so­ñan­do con su mo­du­la­ción de voz ex­pre­si­va de sen­ti­mien­to, cual acen­to que lo arru­lla.

Para en­vol­ver­la, quie­re ser el vien­to, qui­sie­ra ser tam­bién todo aque­llo que su mano toca, la de Rosa Amada, ser su son­ri­sa y hasta su mismo alien­to, y así poder estar junto a ella como enamo­ra­do, dán­do­le besos muy cerca de su boca.

El poeta dice: que vive solo de sus poe­mas a tra­vés de sus pa­la­bras y él so­la­men­te sigue es­pe­ran­do eter­na­men­te la res­pues­ta y así saber si lo ama, la cual para él es como un te­so­ro. Cuan­do está lejos de ella, allí com­pren­de lo mucho que la quie­re y cuan­do lee, aca­ri­cia y besa sus car­tas, con sin­ce­ri­dad e in­ge­nua­men­te llora.

Pide per­dón a su amada por qué no en­cuen­tra la misma pa­sión que él sien­te y lo con­su­me; la misma que no se puede decir con pa­la­bras inefa­bles, por eso pien­sa que para ofre­cer su amor so­la­men­te le queda, qui­tar­se la vida y ras­gar­se el pecho por ella, por Rosa Amada y así de­po­si­tar en sus manos de­li­ca­das, el agi­ta­do y pal­pi­tan­te co­ra­zón que la adora.