Por Madrid yo paseaba,
tranquilo, sin rumbo fijo,
y de pronto alguien me dijo
que un hecho extraño pasaba.
- ¿Qué sucede? Pregunté;
y me informaron al punto
-menos mal que yo pregunto-,
de lo que ahora os contaré:
Resulta que en un local
que estaba en aquella calle,
alguien, con mucho detalle,
al parecer muy locuaz,
escribió algo recitando,
y como lo que contaba
a casi nadie gustaba,
se lo estaban censurando.
Como se pondría el percal
que llego la “policía”
y al que hablaba –no al que oía-,
le tachó el original.
Oros dicen que fue él,
el que viendo lo liado,
se puso malhumorado
y lo borró del cartel.
La incógnita ahí quedó
y no se sabrá jamás
si lo hicieron los demás,
o si él se censuró.
tranquilo, sin rumbo fijo,
y de pronto alguien me dijo
que un hecho extraño pasaba.
- ¿Qué sucede? Pregunté;
y me informaron al punto
-menos mal que yo pregunto-,
de lo que ahora os contaré:
Resulta que en un local
que estaba en aquella calle,
alguien, con mucho detalle,
al parecer muy locuaz,
escribió algo recitando,
y como lo que contaba
a casi nadie gustaba,
se lo estaban censurando.
Como se pondría el percal
que llego la “policía”
y al que hablaba –no al que oía-,
le tachó el original.
Oros dicen que fue él,
el que viendo lo liado,
se puso malhumorado
y lo borró del cartel.
La incógnita ahí quedó
y no se sabrá jamás
si lo hicieron los demás,
o si él se censuró.