Te acepto la invitación,...

Te acepto la invitación,
un cubata nada más
mi amigo Albert Hamón
que canta "pá" reventar.
Mi marido, tu lo has dicho
se queda viendo el partido,
que él disfruta de lo lindo
mientras yo con mis amigos
hago un tanto de lo mismo.
Es cierto que la noche está fría,
es cierto que hay que calentarse,
pero sin sobrepasarse
pùes adivino en tu hombría
muchas ganas de quedarse
con tu noche y con la mia,
también, para qué negarte.
En fin, pasemos por alto
suspicacias y desdenes
y vamos de prisa al grano,
¿asesinaste tu al loro?,
y no es que lo diga yo,
casi lo cantan a coro
todos los aquí presentes
pues en la noche de autos
te vieron tan de repente
salir corriendo a ponerte
en orden y compostura,
que parece mismamente
que veías tu sepultura.
Aunque tal vez un cubata
te hizo daño en la tripa,
y ya te ibas por patas
a vaciarte la barriga.
Casi te descarto, Albert,
no se yo si tal vez Carlos
con el talante que tiene
y bebido, con codazos
se detiene
en la jaula del tal loro
y sin querer, pues conviene,
se dio un traspiés, con decoro
y la jaula ya en el suelo, se abrió,
y Carlos, con desconsuelo,
sin querere pisar, pisó,
y el lorito, pobrecito,
sin querer se nos murió.
¿Y Marisol, o María?,
bien sabemos que las dos
trabajando a porfía,
tal vez, las dos, aquel día,
sin darse cuenta, ¡por Dios ¡,
de la cocina a la barra,
de la barra al comedor,
sin darse cuenta, ya digo,
cogieron al loro pues
y tu para ti, yo para mi,
lo dejan como un mendigo,
es decir, sin comer,
y lo mismo sin beber,
hasta que el loro de marras
se murió de dejadez.
Porque Aparicio,
lo mismo él, por fastidiar,
mató a su propio loro
y nos lo quiere indilgar.
¿Otro cubata, Albertt?,
bueno, sea por esta noche,
que en mi cuerpo cabe
todo lo que se derroche.
Y hablando del loro....
Bueno, lo dejo para otro rato,
que la noche se anima
y voy a bailar un rato.