Qué fácil es plantarse delante de quien lleva en su...

Qué fácil es plantarse delante de quien lleva en su vientre una terrible malformación, o una vida que puede costarle la suya, y recomendarle entereza mediante la cínica perorata de anunciarle el amor que anida en su seno y que el día de mañana, cuando los pajaritos canten y las nubes se levanten, bla, bla, bla. Qué alivio debe sentir en sus hombros el que dicta cómo han de quererse los demás, cómo ha de llamarse lo que sienten, cuánto han de pagar por ser quienes son y por intentar ser felices. Qué conciencia tan impecable tendrán quienes disparan insultos, pelotas, leyes o cualquier otra arma disponible contra esos que salen en masa a la calle a llorar su hambre, o su indignación, o su hartazgo, o su ruina, o su acusación; qué paz interior han de sentir y qué pocas ovejas necesitarán para coger el sueño, estos héroes y estas heroínas de lo que hay que hacer y lo que no. Entre los incontables motivos de felicidad con que han contado esta semana, uno de los últimos ha sido la posibilidad de demonizar la clonación de células madre embrionarias, uno de los hallazgos científicos más cruciales de la historia, calificándola de contraria a la dignidad del ser humano. Contra natura, claman los que, negando legitimidad a todo lo anterior, basan su esquema moral en la zarza ardiendo, el patinaje sobre agua, el muerto que se levanta y anda, la manzana y la serpiente. Esos dechados de sensatez y de virtud. Esos.
No les importa que no haya por medio eso que ellos entienden por alma, y que tantas veces se les echa en falta. Ni que esta sea la clave para la futura curación de todas las enfermedades y la regeneración de todos los tejidos dañados. Es terrible.
Hay que regenerar la ética. La ciencia que persigue la felicidad del ser humano debe ser la antorcha de la nueva moral. Lo que descubrimos mediante ella nos dice lo que somos, apunta a lo que seremos y nos muestra los caminos abiertos, clausurando otros que no llevan más que al infierno del sufrimiento. Viajamos por la vida con una guía moral inservible. Es como obligar a los marinos de hoy día a guiarse por el mapa de Piri Reis. Tenemos unas cartas de navegación repletas de monstruos marinos, continentes desaparecidos, distancias erróneas y perfiles imaginarios. Tal vez bastaba con ellas cuando no teníamos posibilidad de navegar, y todo se quedaba en un sueño que requería cierta dosis de susto para no caer en una divagación angustiosa de la imaginación. Pero ya nada de eso tiene sentido. Así no se llega a ninguna parte. Quien en este océano de dolor y calamidad por el que flotamos como náufragos va diciendo que la clonación de células madre embrionarias es un atentado a la dignidad humana es un desinformado. Y, en algún caso, algo peor que un desinformado: un canalla. El pasado es un prólogo, escribió Shakespeare. Que empiece la obra.
(C. R)

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.