Entonces si que empezaron las alarmas y malos ratos para nuestro héroe, que ya se veía puesto ante el dilema de enfrentarse, por primera vez en su vida, a un respetable morlaco o de quedar en muy mal lugar reconociendo que jamás había cogido un capote y que le horripilaban los toros de lidia.
Desde luego debió de pasar una de las peores épocas de su vida y cada vez más mala según veía acercarse la fecha prevista para la actuación, mientras que los miembros de la tertulia -y muchos leoneses a quienes trascendió la noticia- se refocilaban frotándose las manos cuando pensaban en la tarde tan divertida que iban a disfrutar a costa del torero novel. En algunos ambientes de la ciudad no se comentaba otra cosa y hasta pitos colorados llegaron a comprar sus contertulios por distribuirlos entre quienes, al fin, acudiesen a la que dieron en llamar "alternativa de Prado", para que los utilizasen sin duelo si, como era de esperar, el dietro no se manisfestaba a la altura de las circunstancias.