Primer premio del "I Certamen de relatos cortos" organizado en 2011 por este foro en esta ocasión, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

Primer premio del "I Certamen de relatos cortos" organizado en 2011 por este foro en esta ocasión dedicado a la minería
Relato original de Mª Fernanda Gómez de la Torre

HUNDIMIENTO

Huele a moho y a silencio. A húmedo. A soledad y a miedo.
La madera avisa. Y las ratas. Hoy es viernes. Desde el miércoles no he vuelto a ver a la puñetera rata vieja. Está gorda como un trullo. Anda tras los restos de comida. Cualquier día nos va a comer a nosotros.
También dicen que los mulos se las huelen. De todas formas esta vez les ha fallado el instinto. O es que la cosa se presentó de pronto. Pero no. La madera llevaba crujiendo... no sé desde cuando.
Fue el hastial derecho. Seguro que fue el hastial derecho. Rezumaba agua entre la piedra y la pizarra. ¡Joder! Si había que parar para colocar unas puntalas teníamos que haber parado. Ya. Pero en el turno de otro que este mes cada uno llevaba el destajo de puta pena. Total no va a pasar nada. Nunca pasa nada. Hasta que pasa.
No me puedo estar quieto en este culo de saco. Si me paro me agobian los ruidos. La de cosas que se oyen cuando todo está en silencio. Una piedra que rueda. Una tabla que cruje. El toc, toc de una gota de agua y el tic tac del reloj, que nunca oigo.
El soplido de la lámpara de carburo es inaguantable. Tendría que apagarla. Dios sabe el tiempo que tardarán en sacarme. ¿Y si luego no me funciona el chisca? Voy a bajar la llama todo lo que pueda, por lo menos que me dure la luz. Y voy a dejar el reloj donde no lo oiga.
El guaje salió antes del derrabe. Seguro que pasó. Cuando vuelva avisará.
Calla, deja de pensar y escucha. Nada, no se oye nada todavía.
Esto es un sepulcro. ¡Dios! ¡Qué digo!
Voy a coger el reloj. ¿Cuántas veces he ido a mirarlo? ¿Doscientas veces? Total no me fío de lo que marca... Ha pasado un siglo aunque el reloj diga que media hora. ¡Deja ya de darle cuerda, coño, que se la vas a saltar! Tic tac tic tac tic tac... Que sí, que funciona, no te obsesiones.
Si tuviera con qué entibar comenzaba a desescombrar de acá para allá. Pero no me atrevo. La puedo liar más gorda.
No puedo estar quieto. Me echaría a dormir si supiera que iba a conseguirlo. Si me quedo quieto me asusto de cualquier ruido. El baile de sombras que hace la llama de la lámpara me encoge el corazón. Parece que estuvieran esperando un descuido para abalanzarse sobre mí. Es estúpido, porque estoy solo, absolutamente solo. Yo conmigo mismo. Pero me dan miedo. Son como espíritus negros al acecho. No tienen más que esperar. En algún momento me encontrarán descuidado y entonces... ¡Qué tontería!
Me voy a sentar, a cerrar los ojos y contar hasta cien. Así no veré las sombras. Y me acostumbraré por si se apaga el carburo.
Uno, dos, tres... le tengo que dar la razón, madre, cuatro, cinco... este trabajo es enterrarse en vida, seis, siete... ya estoy en mi sepultura... ocho, nueve... pero no se preocupe, madre, al menos es amplia... diez, once...
... dieciocho, diecinueve... padre, ahora me arrepiento de las veces que discutimos... veinte, veintiuno... las cosas hay que hacerlas cuando hay que hacerlas... veintidós, veintitrés... si lo hubiéramos hecho a lo mejor no me encontraba ahora así... veinticuatro...
... cuarenta y cinco, cuarenta y seis... Adela, te juro que te quiero y que no voy a hacer más perrerías... cuarenta y siete... que los amigos digan lo que quieran... cuarenta y ocho... si dicen que me llevas del ronzal que lo digan... cuarenta y nueve... qué más ronzal puedo querer que tus manos, que tus labios... cincuenta... que dicen que tiran más dos tetas que dos carretas... cincuenta y uno, cincuenta y dos... pues es cierto, que tienes dos y ¡qué dos!... cincuenta y tres... si tengo ganas de salir de aquí es por decirte todo esto... cincuenta y cuatro... sin que me de vergüenza que lo sepas y que todo el mundo se entere...
El equipo de rescate tardó dos días en llegar donde se encontraba. Para entonces su carburo se había agotado, él estaba sentado apoyada la espalda en un hastial.
Cuando abrieron hueco les pareció que rezaba una letanía. Cuando pudieron iluminarle les hizo un gesto con la mano pidiendo que esperaran.
Entonces le escucharon: ciento cuarenta y nueve mil novecientos noventa y siete, ciento cuarenta y nueve mil novecientos noventa y ocho, ciento cuarenta y nueve mil novecientos noventa y nueve, ciento cincuenta mil.....
No iba a dejar la cuenta a medias, dijo y abrazó a sus salvadores.