El niño duerme tranquilo en la incubadora. Está tapado con una manta de ganchillo. De su minúscula nariz sale un tubo que lo conecta a una máquina. Descansa agarrado a uno de los tentáculos rizados de un pequeño pulpo azul. El animal con sombrero verde mide veinte centímetros, el milimetrado tamaño para que, como indica un estudio realizado por la oenegé danesa Spruttegruppen, ese pequeño juguete de croché ejerza una función terapéutica con los niños prematuros (los nacidos antes de la semana 37). El pulpo es uno de los centenares de cefalópodos lanudos que tejen las cerca de mil voluntarias de Noupops, una oenegé que ha importado a España la idea puesta en marcha en Dinamarca y que ya se ha extendido por otros países de Europa.