Pues como veo que estoy yo solita, voy a seguir coen...

¡Jo! No se si me estoy repitiendo..... Si es así, lo siento. Pero bueno por si acaso seguimos....

Ello no quitó que la niña supiera cómo andaba su fama, puesta en todo comento. Así daban por hecho las gentes, sólo de hacerlo ellas, lo que el galán no se atrevía a pedir, aunque el porfiar por que anduviese en lenguas a la sazón ya decía de suyo de cuanto pensaban todos tener que avergonzarse. Ello no quitó que la pobretica llorara por aquel su amor que en el corazón se había metido. Así que lo quería una costumbre, de entonces como de agora, en que sabéis vosotras, rapazas, que tan extraño el fino querer como aquí la moza lo era. Ello no quitó que Mariuca se mantuviese en no volver nunca al baile ni dejarse ver más del mozo. Así pobó acabar con el posible de toda plática, más que por terrecer quererle todavía, por haber de llamarse a engaño de él, al tanto de aquellos dichos.

Pues como veo que estoy yo solita, voy a seguir coen el cuento.

Alocado andaba el galán con aquel morir de su primera alegría. Fuera tanto el suspirar por la ilusiñon en fuga, tal el poner su cuita en acechos y celadas a toda hora, que perdiera la color y rematara al fin con quedar sin ánima, de no hacerle fuerza el tener que valerse de la suya, cuando en la cortejada triste de cada noche iba abondando la pena, si había de sufrir otra compaña que la de su dolor, silencioso en el ínter, poniendo en el disimulo de su falencia el desengaño de los sus amores, y dejar que otros mozos contejasen a Mariuca, en el conque de que para todos cundiera el apego y el buen aquél de la niña: que ya en la ronda los mozos, con el arribo a la casa del tejedor y el sentir del remozón de una fineza, llevaban siempre el gusto en el desgañitarse con la misma copla:

<<Me gusta la miel que es dulce
y la rosa tempranera
y la cuba del buen vino
y la moza forastera.>>
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Diz que más de una noche, con su padre a solas, díjole Mariuca:
-Acuéstate, padre.
-Deja que pase la ronda de los mozos.
-Es que más tarde vuelve a pasar.
- ¿También eso oiste?
Oir aquello era saber cómo la cortejada daba fin y remate, al usaje del país, con llena de estribillos y tonadas para despertar a las mozas que, esperando, se habían ya dormido.