¿De dónde nace este extraño ritual?
A mediados del siglo nueve, una mujer de origen inglés y de nombre Juana Anglicus, se hizo famosa en Roma por sus conocimientos médicos.
Como los estudios estaban reservados a los varones, Juana se cortó el pelo, se vistió como hombre y se hizo llamar…
Juan Anglicus
El médico “Juan”, conocedor de todas las hierbas, se hizo muy querido en la ciudad de Roma. Hasta el papa León IV lo mandó a llamar para curar su mal de gota.
Se convirtió en secretario particular del papa.
De secretario pasó a cardenal.
Y cuando León IV murió, Juana, la que se hacía llamar Juan, fue elegida Papa por votación unánime.
¡Habemus papam!
A mediados del siglo nueve, una mujer de origen inglés y de nombre Juana Anglicus, se hizo famosa en Roma por sus conocimientos médicos.
Como los estudios estaban reservados a los varones, Juana se cortó el pelo, se vistió como hombre y se hizo llamar…
Juan Anglicus
El médico “Juan”, conocedor de todas las hierbas, se hizo muy querido en la ciudad de Roma. Hasta el papa León IV lo mandó a llamar para curar su mal de gota.
Se convirtió en secretario particular del papa.
De secretario pasó a cardenal.
Y cuando León IV murió, Juana, la que se hacía llamar Juan, fue elegida Papa por votación unánime.
¡Habemus papam!
La leyenda cuenta, con pelos y señales, que tras la muerte del papa León IV en 855, el nuevo Sumo Pontífice fue Juan VIII. Un día de 857, mientras éste se encontraba en una procesión que discurría por terrenos aledaños a la iglesia romana de San Clemente, se sintió enfermo de forma súbita. Pocos minutos después, se conocieron las razones de sus males, pues Juan VIII alumbró, en plena calle, un bebé fruto de su condición femenina... y su alma pecadora. El escándalo fue mayúsculo: el Papa no era él, sino ella y, encima, había quebrantado el voto de castidad a lo grande. A raíz del suceso, todos aquellos religiosos que, en los años siguientes, aspiraron a ocupar la silla papal, debían sentarse antes en otra silla provista de una cavidad con fácil acceso a las partes pudendas para que, tacto testicular mediante, se confirmara que, efectivamente, el nuevo pontífice era macho.