Sentí tristeza al ver aquella casa desolada y sin vida, deteriorada por el paso del tiempo, y que tantos recuerdos me traían de mi tierna infancia donde fui tan feliz.
Me viene a la memoria la imagen del dueño: un
hombre cariñoso y afable, respetado por todo aquel que lo conocía. Rozaba la tercera edad y su rostro era el espejo de quien había trabajado y sufrido mucho en la vida. Parece que estoy viendo llegar a Morriel, aquel magnífico hombre, después de un día duro de
trabajo de campo, y cómo
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