Sonidos:

Cuando llegaba la noche cerrada, se podía escuchar un terrible ruido que daba escalofríos. Aquel sonido fantasmagórico amedrentaba a los lugareños del pequeño pueblo supersticioso. Unos decían: «son almas en pena, que vagan llorando sus lamentos». Los más avispados y reacios a lo paranormal pensaban que era el «fantasma» que cada noche visitaba a Plácida, que -según decían- más de un vecino había visto rondar al espíritu por su casa. A continuación venían las risas, cuando estos asuntos se comentaban.

Los niños del lugar, aprovechaban cualquier evento producido en el pueblo para hacer sus propios juegos, en este caso era el juego " ¿A que no te atreves?"
Aquella noche, le tocó a Damián, un niño muy avispado de 11 años. Su misión era saltar la tapia del patio de una casa abandonada, donde había un palomar. Damían tenia que recoger alguna prenda que acreditara que había estado en el lugar. El niño fue a cumplir su misión. Cuando ya había saltado la tapia y se adentró al patio, se encontró con unas escaleras que tenían axeso al palomar. Cuando el niño fue a coger su trofeo, escuchó aquel sonido que tanto pavor provocaba a los lugareños.

Damián entonces regreso a su casa, ésta estaba llena de vecinas. Su madre había sufrido un accidente al regreso de la novena de algún vecino. María, que así se llamaba la madre de Damían, venía caminando por el callejón colindante a la iglesia, acompañada de cuatro vecinas, en dirección a sus casas, cuando escucharon aquel sonido; el miedo se apoderó de ellas, las mujeres huyeron callejón abajo de estampida, con tan mala fortuna que María se quebró una pierna. Las vecinas la llevaron a su casa. Se hallaban en el salón de la casa cuando llegó Damián, él quería hablar de lo acontecido en el palomar, pero no lo dejaban. Lo acallaban diciéndole que los niños se callan cuando los mayores hablan. El insistía una y otra vez, pero no le hacían caso.
Las mujeres estaban tan desconcertadas divagando cual había sido el motivo de aquella caída que creían motivada por la acción de las ánimas las que habían venido por ella, pero que éstas se habían asustado al oír los gritos de las mujeres.

Damian, cuando escuchó lo que decían las mujeres, no se lo pensó dos veces; se subió sobre una silla, y levantando la voz, dijo... " ¡Yo he visto el fantasma en el palomar de Cosme, y no es un fantasma, sino una lechuza blancaaaaa!"

Inés..