UN CASTELLANO LEAL, Amantes del teatro y la lectura

UN CASTELLANO LEAL

- «Hola, hidalgos y escuderos
de mi alcurnia y mi blasón,
mirad como bien nacidos
de mi sangre y casa en pro.

Esas puertas se defiendan,
que no ha de entrar, vive Dios,
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está el sol.

No profane mi palacio
un fementido traidor
que contra su Rey combate
y que a su patria vendió.

Pues si él es de Reyes primo,
primo de Reyes soy yo
y Conde de Benavente
si él es Duque de Borbón.

Llevándole de ventaja
que nunca jamás manchó
la traición mi noble sangre
y haber nacido español

Así atronaba la calle
una ya cascada voz
que de un palacio salía
cuya puerta se cerró.

Ya a la que estaba a caballo
sobre un negro pisador,
siendo en su escudo las lises
más bien que timbre baldón,

y de pajes y escuderos
llevando un tropel en pos,
cubiertos de ricas galas,
el gran Duque de Borbón;

el que lidiando en Pavía,
más que valiente, feroz,
gozose en ver prisionero
a su natural señor,

y que a Toledo ha venido,
ufano de su traición,
para recibir mercedes
y ver al Emperador.

En una anchurosa cuadra
del alcázar de Toledo,
cuyas paredes adornan
ricos tapices flamencos,

al lado de una gran mesa,
que cubre de terciopelo
napolitano tapete
con borlones de oro y flecos,

ante un sillón de respaldo
que entre bordado arabesco
los timbres de España ostenta
y el águila del Imperio,