(Pausa. Él no sabe ya qué decirle. Enciende un cigarrillo)....

(Pausa. Él no sabe ya qué decirle. Enciende un cigarrillo).

MARTIRIO: ¡No podía fartá la chimenea!

JULIÁN: (Levantándose y tirando el pitillo con rabia). ¡Caray, que no hay manera de entenderte!

MARTIRIO: ¿Ves? ¡Ya está el asiento al aire!

JULIÁN: ¡Pos déjalo! ¡Así se ventila! Quéate con Dios, y tómate un cosimiento pa la sangre, prenda.

MARTIRIO: ¡Ah!, pero, ¿te vas?

JULIÁN: ¡Naturarmente! ¡Ni que te conosiera de dos días! Ya está visto que esta tarde hay que peleá porque sí. Y como está visto y yo no quiero peleá porque sí, me voy sin más espera.

MARTIRIO: Pretextos pa dejarme cuando te aguardan los amigos, no te fartan nunca.

JULIÁN: ¿Es desí, que yo me voy ahora por gusto, por capricho?

MARTIRIO: ¡A vé!

JULIÁN: ¡Ea! ¡Pos no me voy: me quedo! ¡Te brindaré este plato una vez más!

MARTIRIO: ¿Una vez más o una vez menos?

JULIÁN: Eso no lo entiendo, Martirio.

MARTIRIO: Ni yo tampoco. Pero en esta casa er regente de imprenta es mi padre: yo no tengo por qué medí las palabras. Digo siempre lo que se me viene a la boca. Si conviene, bien; y si no, lo dicho; la caye es más larga que ancha y está sembrá de cayejuelas. Don Rodrigo murió en la jorca. Y fuma, fuma si te lo pide er cuerpo.

JULIÁN: No. Te molesta el humo.

MARTIRIO: El humo, no: es lo único que no me molesta. Me molesta er pitiyo. El argodonsito de la boquiya ¡me da un asco!... ¡Uf! ¡Qué asco me da!

JULIÁN: ¡Pos fumo emboquiyaos porque te daban asco los otros!

MARTIRIO: ¡Pos ahora me dan asco los emboquiyaos!

JULIÁN: Sí, sí. (Después de otro silencio, se levanta y se acerca a ella para quemar el último cartucho. Advierte entonces que vuelve a dejar descubierto el roto asiento de la silla, y la tapa con el sombrero). ¿Se te pué preguntá una cosa?

MARTIRIO: Y siento; ¿soy yo un puercoespín?

JULIÁN: ¿Has resibío las pruebas de los retratos?

MARTIRIO: ¿De qué retratos?

JULIÁN: ¡De tos tuyos!

MARTIRIO: ¿De los míos? Pero ¿aquéya soy yo? ¡Qué való tienes! ¡Te lusiste, hombre! Aquéya será una muñeca; pero ¡lo que es yo!... Por toa la vesindá he paseao las pruebas, y la que más ha tomao er retrato por er de una parienta mía más negra que er betún. ¿Soy yo tan negra, hijo?

JULIÁN: ¡Desgrasias! Ya ves tú, yo estaba contento...

MARTIRIO: Amor propio de los artistas. Pero ni conmigo ni con mi familia das nunca en er clavo. Siempre te has de estreyá. Acuérdate de lo der tío Jasinto.

JULIÁN: ¿Qué es lo der tío Jasinto?

MARTIRIO: ¿No te acuerdas? Pos ¡chico bochorno pasó! Le hisiste tú er retrato pa er kilométrico, tomó er tren... y en la primera estasión lo echaron abajo. ¡Si se paresería!

JULIÁN: (Sonriendo). Ese es un cuento que anda por Seviya... y a ti se te ha antojao encajármelo ahora. Pero yo no soy aquer fotógrafo. En fin... la voluntá me sarve. Veremos otra vez.

MARTIRIO: ¡Como que voy yo a está vistiéndome ca cuatro días y subiendo y bajando a tu palomá hasta que tú des en la yema! Y cuidao que te lo previne: ¡yoviendo no sale bien ningún retrato! Pero te empeñaste. Y en er momento de quitarle er tapón a la máquina, diluviaba.

JULIÁN: Sí, sí. (Se hace aire con el sombrero).

MARTIRIO: ¿Tienes caló?

JULIÁN: ¿Es que no lo hase?

MARTIRIO: Yo no tengo ninguno.

JULIÁN: Pos yo sí.

MARTIRIO: Tú eres muy fogoso.

JULIÁN: ¿Muy fogoso? (Con violencia y coraje). ¡Si yo fuera muy fogoso, Martirio!...