No es casualidad que esté escribiendo ahora sobre el Paseo de la Isla. Justo los jardines de
Cervantes están a un lado del hospital
San Juan de Dios, donde yo he dado a luz a mis dos hijos. Por aquel entonces solo divisaba unos pinos que asomaban a la ventana de la habitación y tampoco tenía yo ojos para nada más de lo feliz que fui cuando les tuve en brazos a los dos. Verles sanos, tan pequeños, pero tan completos, me llenó de satisfacción. Y cuando tuve al segundo, a los pocos días, allí en el hospital le escribí su primer
poema.
Antes de mi segundo hijo fui panadera, a un paso también de ahí, en Barrio
San Pedro, frente a la fábrica de La Casera que hoy está llena de pisos. Pero la panadería sigue funcionando. Y tampoco entonces tenía tiempo de pasear por el parque de la Isla porque estaba embarcada en sacarme el título de peluquera y el carnet de conducir. Fue algo muy estresante aquello. Ir desde el centro hasta mi panadería, sin tiempo para ver nada y a paso muy, muy ligero. No había autobuses que conectaran esas zonas pero me parecía lo más normal del mundo. Y ahora que lo recuerdo, no me lo parece tanto.