ESTA ES LA HISTORIA DE UN NIÑO DE UNA
CUENCA MINERA
MI PRIMER DIA EN LA
MINA
Era 1 de marzo de 1940: Mi madre preparaba la merienda y se le caía alguna
lágrima, ella lo disimulaba no quería que yo la viera llorar, y yo hacía igual que ella, aunque tampoco lo conseguía, mi padre estaba enfermo de
silicosis me animaba y me decía: ya verás hijo como tendrás más suerte
que yo; tienes que ser muy valiente no te rindas nunca tienes 14 años llegaras
a capataz, yo pondré de mi parte todo mi empeño en que lo consigas; en la
mina iras a turnos, así que por la tarde estudiaras, siempre has sido muy
estudioso, yo te ayudare hijo mío, yo asentía con la cabeza pero estaba
asustado, muy asustado.
Oí un silbido, sabía que era Carlos que me esperaba, madre deme la merienda
que Carlos me espera, me dio una caja con tapa unas botas y un candil, me
coloco la bufanda y me dio un abrazo, ¡pórtate bien hijo mío! Y haz caso de tu
padre y veras que todo sale bien. Se retiró al dormitorio yo sabía que el
recuerdo de mi hermano muerto en un derrumbe de la mina no se apartaba de
su mente.
Mi padre me abrazo y salió conmigo a la puerta, allí estaba Carlos ya
“veterano” tenía 18 años y a mí me parecía todo un
hombre, yo envidiaba su
pequeño bigote del que el presumía tanto, fuimos camino a la mina que no
estaba demasiado lejos, todos al verme se reían y me gastaban bromas
¡tienes miedo eh! Me decía Juan, que no “ guaje” que no pasa nada te
acostumbrarás pero si tienes miedo procura traer otros pantalones por si
te cagas ja. ja. ja. ja. que te ocurrirá seguro, ja, ja, ja. ja.
Llegamos a la boca de la mina nos esperaban otro compañeros nos acercamos
a una especie de jaula con barrotes que nos bajó a más de 150 m de
profundidad a mí me pareció que se había desprendido del cable que la
sujetaba yo me agarraba a las rejas y hacia esfuerzos para que no saliera un
grito de mi garganta, pero pensaba en lo que me había dicho Juan, riéndose
todos me miraban, mi
amigo Carlos me sonreía y me tranquilizaba con su
mano en mi hombro.
Llegamos al punto del destino y del enorme agujero salían las galerías que ya
me había explicado mi padre, la luz de los candiles hacían unas sombras
extrañas, se me acercó Angel el mayor de todos, y me dijo ¡vamos guaje! No
tengas miedo eso se cura con la costumbre, para mi los primeros días fueron
horribles no se me olvidaran.
Mi padre cumplió la promesa y todas las tardes me acompañaba a la
escuela
que un profesor nos enseñaba a unos 10 niños y no tan niños todo lo que
eran las entrañas de la tierra, eso me compenso de todos los miedos sufridos
en mi niñez.
Termine con muy buenas notas, y ese día llore todo lo que no había llorado
hasta entonces. Mi madre me abrazaba muy fuerte, pero la falta de mi padre
me hacia sollozar, que feliz estaría viéndome desde allá arriba, y no me pude
contener y grite ¡PADRE VA POR TI.