Buenos días....

DESDE MI ATALAYA
EL PERDÓN
Fuimos hace ocho días, domingo, a misa, como es habitual en nosotros, y nos sucedió algo insólito, absurdo e incomprensible. Nos sentamos en un banco que estaba vacío, detrás de nosotros había un señor en otro banco en el que él era el único ocupante. Empieza la misa y el señor de atrás le dice a mi Sra. córrase hacia la derecha que no me deja ver el altar. Uno piensa que esta persona no puede estar muy bien psíquicamente porque si no veía tenía que haberse movido él, que tenía todo el banco vacío, y no molestar al de adelante pero por otro lado uno piensa el egoísmo absoluto de esta persona capaz de molestar al vecino por no molestarse él.
Llega el Evangelio y da la casualidad que tocaba el perdón, ese perdón que Jesucristo nos enseña que nos hace “ofrecer la otra mejilla una vez que nos han golpeado la primera”. Ese perdón que se extiende a todo el mundo, no solo a nuestros seres queridos, a nuestros amigos y conocidos, sino a todos los seres humanos incluidos nuestros enemigos. Ese perdón gratuito, sin reparos, sin esperar nada a cambio, ese perdón que sería la solución de todos los problemas de este mundo, si fuésemos capaces de cumplirlo, lo que pasa es que solo lo santos son artífices de semejante hazaña.
Yo le dije a mi Sra. Que bien nos ha venido al vecino del banco de atrás y a nosotros la homilía de hoy. Ahora cuando llegue el dar la paz nosotros le vamos a alargar la mano para que vea que hemos ignorado su actitud.
Y ahora es cuando yo pienso que, todo el mundo no es católico, pero los que lo son deberían haber empleado estos ochenta años que nos separan de esa terrible, cruel, inadmisible, guerra civil en la que todos los españoles, divididos en dos mitades se enfrentaron y se mataron, unos a otros, sabiéndose y sintiéndose hermanos. Y uno no puede entender como muchachos y muchachas de 30 años que nacieron a los 50 años de aquel luctuoso suceso sigan manteniendo ese odio, ese rencor, ese enfrentamiento, con los descendientes, como ellos, de aquellos que 50 años atrás se odiaban unos a otros.
Recuerdo un programa de televisión en el que entrevistaron a Irene Villa una señora, que siendo niña, los terroristas por medio de una bomba le quitaron las dos piernas. Ella manifestó su perdón absoluto a sus agresores manifestando que el perdón era necesario porque era la única forma de que ella misma encontrase su paz interior y su tranquilidad. La verdad es que hay que ver lo bien que se siente uno cuando ofrece su perdón a alguien aunque este incluso lo rechace, porque uno siente entonces su conciencia muy tranquila.
Perdón, respeto, solidaridad, caridad, amor y paz es lo que necesitamos todos en España y en el mundo.

Buenos días.

Sr. LARA LEMUS, ¿ESTE ESCRITO DESDE MI ATALAYA ES SUYO?

Saludos.