AQUEL HOMBRE QUISO RESUCITAR...

AQUEL HOMBRE QUISO RESUCITAR
Hace ahora como dos siglos un hombre mayor, viendo la muerte venir quiso resucitar, el hombre había sido labrador, pero al verse sin posibilidades de trabajar, arrendo sus fincas y viñedos, viviendo el solo de dichas rentas, ya que su esposa había fallecido hacia algunos años, el hombre tenía mucho miedo a la muerte, y pensó que en la Semana Santa podría quedarse en cama sin mover ni un pelo, para el sábado de gloria o Domingo resucitar de su letargo. Cuando las campanas de la Torre de su Villa dieran señales de dicho acontecimiento, Aquel hombre castellano de puras raíces, era un hombre cristiano, que acudía a misa siempre que la salud le acompañaba, pero dudaba de que después de muerto subiera al cielo, le parecía imposible, cuando el cura hablaba de Lázaro, que Jesucristo le resucito, él quería saber lo que después vivió dicho Lázaro, y pensó que en Semana Santa quería probar suerte, más en esos momentos no le llegó la muerte, y en su cama de colchón de lana, no dejaba de ver la muerte en cada paso, aunque cuando tenía hambre, en su mesilla de noche estaba llena de chocolate, y así podía matar el apetito, el hombre se encontraba en silencio, sin hablar con nadie, y pensaba que en la tumba sería algo parecido, pero sin chocolate ni moitos y otras lindezas. El sábado amaneció aquel tiempo con un sol radiante, y notó por las calles el bullicio y el sonar de las campanas, sobre todo aquella campana llamada María, que tenía escrito en su copa por fuera, estas líneas, “CAMPANA MARIA ME LLAMO, CIEN ARROBAS PESO, QUIEN NO LO QUIERA CREER SUBA AQUÍ Y ME COJA A APESO”. El hombre se levantó de su cama, y trato de irse a la calle, pero sus fuerzas y la falta de movilidad de aquella Semana Santa, le dejaban casi sin energía para caminar desde su alcoba a su cocina, y mucho menos salir a tomarse algo en los bares de aquel lugar. Abriendo la ventana de su habitación, por aquella Calle llamada del Pino, pasaba de vez en cuando una sobrina de dicho hombre, a la que llamó para decirla como estaba de agotado, sin contarla su aventura de la resurrección. El hombre habló días después con uno de los sacerdotes que entonces tenía su villa, sin poderle sacar de dudas ni de resurrecciones, tan solo su sobrina le decía que sea lo que dios quiera, y viva hasta que el cuerpo aguante, sin miedo al mañana, ya que aquí no quedará nadie de nosotros vivo. G X Cantalapiedra. 1 – 4 – 2024.