LAS MIELES ENGAÑOSAS...

LAS MIELES ENGAÑOSAS
No recuerdo bien donde acabé mi último relato de este tema, tampoco importa mucho, hoy quiero transmitir todo aquello que vagamente aún recuerdo, aunque se pierdan muchos detalles.
Juanito no fue siempre un solitario, como todo niño tenía sus amigos, corría y gritaba, saltaba y hacía rabiar, era un niño de lo más normal, acostumbrado a la miseria, jamás tuvo en pensamiento ni el más triste juguete, solo aquellos que como podíamos nos hacíamos nosotros mismos,! Y QUE BUENOS QUE ERAN!. Entre mis juguetes preferidos estaban mi escopeta de madera y el aro, aquel que en la fragua nos hacían una soldadura con dos asas de cubo de cinc. A Juanito le encantaba subir por los canchales (hoy cubiertos por la aguas del pantano), presumía e ser un gran cazador de lagartijas y hasta llevaba en bandolera una lata para meter los saltamontes. Juanito era feliz en su miseria, y cuando llegaba a casa volvía loco a todo el mundo contando una y otra vez sus anécdotas del día.
El día que abandonamos el pueblo, puede que fuera el día mas triste de mi vida, ya nunca más en mi niñez volvería a cazar un pajarillo con mi escopeta de madera, ya no volvería a ver una lagartija, ni alimentaría a gusanos de seda con las hojas de moreras, a Juanito se le borró la sonrisa de la cara, ya miraba a todos con ojos de extrañeza.
Pasaba el tiempo y aunque ya tenías amigos en mi calle, no era igual, al salir del colegio, siempre quedábamos para echar un "taquigol" en la calle, yo jugaba descalzo para no romper mis únicas zapatillas, me cansaba pronto, me subía a la casa y allí pasaba horas muertas contemplando el mar desde un noveno piso, Desde allí veía perfectamente casi toda Barcelona, veía como de las tres chimeneas de la FECSA QUE NUBLABAN EL YA ENRARECIDO CIELO DE BARCELONA. ESA NUBE IMPEDÍA VER EL PUERTO Y HASTA LA MONTAÑA DE MONTJUICH, desde mi atalaya, veía las cuatro torres que en aquellos entonces sobresalían de entre el enjambre de Barcelona, Las dos torres centrales que se levantaban al unísono de la Sagrada Familia, el edificio del banco Santander de la calle Balmes, el gigante de atarazanas y el torreón de la Catedral, todo muy bonito pero me seguía faltando el campo.
Un día cualquiera, de esos que sin saber porqué nos decían mañana es fiesta para el colegio, y ese día yo lo aprovechaba para hacer "turismo"; Empezaba a caminar sin rumbo fijo, pero procurando estar siempre orientado, recuerdo recorrer la calle Pedro IV, ojear sus grandes fábricas, ver el ajetreo de carretillas, camiones y hasta algunos carros que con dificultad rodaban por el empedrado, me gustaba pararme delante de gran fabrica "LA VANGUARDIA", AUNQUE SOLO PODÍA VER COMO DESCARGABAN LAS GRANDES BOBINAS DE PAPEL, Y A CENTENARES DE REPARTIDORES, QUE UNOS A MANO Y OTROS EN EL CITROEN, LLENABAN LOS MILES DE KIOSCOS DE LA CIUDAD.
Y divisaba de cerca aquellas torres de la Sagrada Familia, Pero se acababa mi tiempo, aun tenía que regresar lo andado. Me gustaba ver el tren que pasaba por debajo el puente de Marina camino de Buen Pastor, veía en sus laterales un sin fin de barracas con niños que jugaban desnudos entre el polvo y el barro, aún los había más pobre que yo. OJALÁ, NINGÚN NIÑO DE ESTE MUNDO PASE POR ESTAS MISERIAS. a VECES... LAS MIELES SON ENGAÑOSAS.